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Las drogas, el alcohol y el socialismo cubano

Ahora que las drogas, el alcohol, el tabaquismo y otras adicciones o vicios pertenecen por entero al socialismo, tanto como la prostitución, el pollo por pescado, la batalla de ideas, los timbiriches, la corrupción y el cinismo, entre otras prácticas de moda en Cuba, las autoridades desatan una campaña contra el consumo de estupefacientes y las causas de la drogodependencia en la isla.

Como era de esperar en un régimen que presume haber creado un hombre nuevo, sin vicios, necesidades ni sufrimientos, la culpa del consumo de drogas, tabaco y ron recae en las malas influencias que llegan del exterior, la herencia capitalista en el interior y las familias disfuncionales; razones que alejan al Estado de su responsabilidad en la existencia y proliferación de esos flagelos.

Acostumbradas a no reconocer nada que menoscabe la “integridad moral” del socialismo al estilo cubano, esta vez han tenido que sacar el tema a debate dado el creciente número de jóvenes enganchados por la drogadicción, el alcohol y el tabaquismo, que no sólo provienen de barrios marginales, sino también de algunos sitios donde habitan nuevos ricos de pan con mantequilla.

Y menos mal que no les ha dado por culpar de la situación a los efectos del cambio climático, la tensión en la península de Corea, el “bloqueo económico estadounidense”, o la negativa influencia del consumo de hachís entre los indígenas de Casitexingo y La Culebra, en Toluca y Chiapas, como hacen para justificar cuanta manifestación de marginalidad se propague en territorio cubano.

Cuba (el gobierno) Dice

El programa Cuba Dice, uno de los pocos que aborda temas esenciales para la ciudadanía ―por supuesto, desde una visión gubernamental―, dedicó este mes dos salidas al aire por el noticiero nacional de televisión, para adentrarse en los mecanismos de control y estados de opinión sobre el consumo de drogas y las causas de un problema que ha disparado las alarmas de la sociedad para poner freno a este letal consumo que aumenta y se diversifica entre los jóvenes cubanos.

Según Teresa Viera, directora del Centro de Estudios sobre la juventud, “los nuevos escenarios de arreglo familiar ―misiones en el exterior, trabajo por cuenta propia, abandono definitivo del país― que propician que los jóvenes estén solos en el hogar, puede ser una de las causales de que el consumo, especialmente de tabaco y alcohol, comience en edades bien tempranas, incluso entre las muchachas; fenómeno que, más que imposible, resultaba impensable hace veinte años atrás.

Asimismo, Elizabet Céspedes, psiquiatra infanto-juvenil del Centro de Deshabituación de la Droga, expresó que subsisten situaciones de desencanto que deben ser identificadas y tratadas a tiempo, tanto en el entorno familiar como en la escuela y otros escenarios donde se desenvuelven jóvenes y adolescentes, si se quiere poner fin a un flagelo que se va de las manos de padres y autoridades.

Por su parte, un numeroso grupo de estudiantes y jóvenes trabajadores entrevistados sobre el tema coincidió en señalar que la facilidad de obtener tabaco y alcohol en los establecimientos estatales, así como la ausencia de lugares de recreación sana, la crítica situación familiar y la venta y consumo de drogas en cualquier sitio público, hacen que por contagio muchos se sumen.

Adolescentes y jóvenes de ambos sexos, entre los 14 y 18 años de edad, quienes se encuentran sujetos a un plan de desintoxicación de la droga en un establecimiento de la capital cubana, señalaron que la proliferación del consumo entre amigos del barrio, la poca existencia de lugares para una recreación sana y lo malo que ofrecen en estas instalaciones, invitan a el consumo.

Como colofón de ambos reportajes, la periodista Talía González aseguró que más allá de los espacios de reflexión y debates creados en las escuelas con la participación de alumnos, padres y profesores para abordar el tema, así como la difusión en soportes digitales de los estragos físicos y morales que causa la droga, y el interés estatal y familiar por suprimir el problema, subsisten grietas en la sociedad que necesitan ser selladas para suprimir el flageo de la droga en el país.

Cuba (el pueblo) Dice

Santiago Toranzo, un joven que cumplió prisión por “peligrosidad predelictiva”, asegura que su adicción nació en el presidio, pues antes de ser condenado no fumaba, ni consumía alcohol y mucho menos droga. “Fui a dar a la cárcel por ser negro, nacer y crecer en un solar de mala muerte en Centro Habana, ser hijo de padres alcohólicos y tener dos hermanas prostitutas.

La infancia de los que nacimos allí fue un infierno: hambre, promiscuidad, borracheras, violencias y todo lo malo de una sociedad marcaron nuestras vidas. Al terminar la secundaria no me quedó de otra para buscar dinero que la venta de drogas, lo más fácil en nuestro ambiente. De ahí vino el consumo, la cárcel otra vez y mi condena al gobierno por la desatención que sufrimos en Cuba.

“Todo se ve muy bien en la televisión, agregó Juanita, exdrogadicta y vendedora de “cambolo”, una piedra mezcla de polvo de cocaína con bicarbonato y otras sustancias causantes de un rápido efecto alucinógeno, que se consume dándole fuego y aspirando el humo por el agujero de una lata, pero mientras no se acaben los solares, no exista un trabajo decente que dé para terminar el mes, y no se abra más la brecha entre pudientes y desamparados, todo irá de mal en peor”.

“En los repartos (sic.) de Centro Habana como San Leopoldo, Cayo Hueso y Los Sitios, se vende y consume drogas. Todos lo saben, pero todos tienen ‘caquitas’ ilegales que ocultar. Policías, médicos, ingenieros y funcionarios como el resto de los que pertenecen a un Comité (de Defensa de la Revolución o CDR), saben quiénes consumen y venden en cada cuadra, pero ninguno quiere buscarse problemas. En mi reparto, cuando la Operación Coraza en el 2003, cayeron ocho entre traficantes y consumidores”, agrega.

Según estas personas que estuvieron vinculadas a las drogas, los chivatos e informantes de cada Comité, sólo tienen trabajo cuando el Estado decide dar un golpe de efecto y desata una recogida donde decomisa motos, casas y cuanto exista en los hogares de los traficantes; luego la calma, y todo el tiempo a perseguir a los opositores, única manifestación “antisocial” que permanece bajo perpetua vigilancia y control. Si eso lo hicieran con las drogas, de seguro el problema no existiría.

La cuestión es que, pese a programas antidrogas y al supuesto compromiso estatal para suprimir el consumo de estupefacientes, todo el esfuerzo está en vender una imagen de preocupación cuando, en el fondo, poco les interesa el tema mientras los traficantes no se conviertan en “contrarrevolucionarios” que sueñen con un cambio, y los consumidores no escuchen Radio Martí, o lean CubaNet, Diario de Cuba y otros sitios que para las autoridades son peores que las drogas.

Publicado originalmente en Cubanet por Víctor Manuel Dominguez

Written by CubaNet

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