El anuncio del presidente Donald Trump acerca de la revisión de la política hacia Cuba causó enorme revuelo. Pese a lo limitado de su alcance —en cuanto a afectación al legado de Obama y al esperable impacto de las medidas— adversarios y personeros de la Habana se apresuran a aplaudir o condenar el giro trumpista. Para algunos es una firme solución ante la longeva dictadura comunista, para otros una agresión imperialista a la soberanía nacional.
Sin embargo, valdría la pena pasar revista a decisiones y desempeños recientes del Gobierno cubano para justipreciar las responsabilidades de Washington en las dinámicas internas de la Isla. Más allá de las escasas credenciales soberanistas de tal percepción —compartida por no pocos oficialistas y opositores isleños—, lo cierto es que los datos hablan por sí solos.
Repasemos el terreno socioeconómico. ¿Es el Departamento del Tesoro responsable de no lograr las prometidas unificación monetaria y valorización del peso, causante de la reconocida recesión económica de 2016? ¿La Reserva Federal tiene la culpa de las políticas crediticia e impositiva que limitan el potencial de los emprendedores? ¿Es el Servicio Nacional de Parques responsable de las medidas ineficaces que no revierten la degradación ambiental? ¿Serán Betsy DeVos y Tom Price directamente imputables por los déficits de cobertura y calidad de los sistemas de educación y salud isleños?
Miremos al ámbito político. ¿Son los agentes de Homeland Security los responsables de la estrategia represiva que ha impuesto severas cárceles y juicios —y no simples detenciones breves, como dicen algunos cubanólogos— a más de 150 activistas opositores, incluida una buena cantidad de mujeres pobres, negras y campesinas?
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¿Es el FBI el que recientemente expulsó de universidades de la Isla a profesores y estudiantes críticos, incluidos varios socialistas? ¿El Fiscal General asesora, en silencio y sin considerar demandas y propuestas ciudadanas, la revisión cupular y secreta de la Constitución y Ley Electoral cubanas? ¿Será la CIA, haciendo gala de su experticia subversiva y golpista, la que apoya el actual asalto de Nicolás Maduro contra la Constitución y democracia bolivarianas? ¿Son el Pentágono y la NSA quienes reforzaron los nexos de las FAR con el ejército de Corea del Norte —incluida la venta de armamento prohibido por la ONU— y del MININT con los servicios de inteligencia rusos?
Lo arriba señalado es apenas una muestra de acciones y resultados del Gobierno cubano en los últimos años, en respuesta a la política aperturista de Obama. Indican que las medidas de Trump no son responsables del rumbo elegido por La Habana. Su maximización del control frente a la apertura es, como diría cualquier sociólogo, una variable independiente. Remite más al ADN del régimen insular que a unas sanciones calificables según aquel refrán popular: mucho ruido y pocas nueces.
Por Armando Chaguaceda / Publicado originalmente en Diario de Cuba