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En bolsa negra, cualquier medicamento

Blister o peineta de trifluoperazina (Archivo)

Jorge es constructor, aunque ya jubilado. Ahora tiene una contrata de trabajo en el mismo sector, porque con la pensión no puede cubrir sus necesidades vitales. Es que en el 2009 comenzó a tener problemas con las arterias, y ya le han practicado tres cateterismos para ponerle otros tantos stents. Aunque hasta ahora no había tenido problemas con los medicamentos, la escasez lo ha obligado a comprar el Dialtazen en bolsa negra, a 40 pesos —mientras que en la farmacia le cuesta 2—. Si la caja es de 120 mg, consume dos mensuales. Si es de 90 mg, entonces tres.

Explica que, cuando no lo tiene, le falta mucho el aire. Para colmo, hace unos días Jorge fue al policlínico de Lawton para hacerse un electrocardiograma (como parte del chequeo que debe llevar a la consulta del cardiólogo cada tres meses), pero no se lo pudieron hacer porque no había papel.

Desde hace algún tiempo los medicamentos en las farmacias escasean, pero recientemente los empleados han sustituido el término habitual de “estar en falta” por “no entró esta semana”. La uniformidad de la respuesta en varias farmacias del municipio y la ciudad hace pensar que es una orientación general, que utilizan una y otra semana hasta que expiran las recetas, de un mes de duración, y hay que volver a la posta médica a por una nueva, contra el fastidio de los médicos.

María es asmática. También su papá, de 78 años, a quien no le puede faltar el spray de Salbutamol. En la farmacia casi nunca lo hay, por eso ella no duda en comprarlo en bolsa negra. Confiesa que le aterra que al anciano se le presente una crisis de asma en medio de la noche.

Pero el caso de esta familia no es una excepción, ya que según han publicado los medios en varias ocasiones, “un millón de cubanos son asmáticos”. Por cierto que uno de los factores que influye en las crisis es el cambio atmosférico. No es de extrañar entonces que por estos días, con las lluvias, en el cuerpo de guardia del policlínico de Lawton hubiera filas de asmáticos para darse un aerosol. Sin embargo, esto se puede evitar si tuvieran el debido medicamento en casa.

Tampoco en la farmacia venden analgésicos ni antiinflamatorios para la envejecida población que en su mayoría padece de artritis o artrosis. Otra situación crítica sucede con los diabéticos, que acuden una y otra vez a la consulta del médico de la familia en busca de algún paliativo para su dolencia.

Increíblemente, mientras los cubanos sufrimos esta escasez de medicamentos, el Gobierno de Cuba aboga por la cobertura sanitaria universal en la Asamblea Mundial de la OMS. “Cuba apoya el fortalecimiento de sistemas dirigidos al alcance de la cobertura sanitaria universal, reconociendo a la salud como un derecho humano esencial y centro de las políticas públicas para el desarrollo sostenible”. Así expresó el ministro de Salud Pública de Cuba, el doctor Roberto Morales Ojeda, en la 70ma Asamblea Mundial de la OMS en Ginebra.

Por su parte, durante los días 9 y 10 de junio el sindicato de trabajadores de la salud desarrolló su primera Conferencia Nacional con sede en la CTC y el teatro Lázaro Peña. Según el periódico Trabajadores del 5 de junio, bajo el título “Hacer más eficientes los servicios de salud”, las comisiones analizarían, entre otros aspectos, “el trabajo político e ideológico en el contexto actual, la ética y los valores. Su impacto en el estado de salud de la población, y su satisfacción con los servicios. La batalla por la prevención y enfrentamiento al delito”.

Esta última frase se va haciendo omnipresente. Resulta, pues, inevitable preguntarse: ¿De dónde salen los medicamentos que se venden en bolsa negra? Porque lo cierto es que no vienen de otros países, ni de las tiendas en divisa. El desvío de medicamentos va más allá de un delito de farmacia. Es una muestra más de la corrupción, esta vez en el sistema de Salud Pública cubano.

Por Gladys Linares / Publicado originalmente en Cubanet

Written by CubaNet

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