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Ser ‘botero’ antes del 59

Entre los servicios de taxi de entonces y los de hoy hay una diferencia mucho mayor que seis décadas

Ramón vive en un hogar de ancianos y a sus casi 84 años mantiene la mente muy lúcida. Hace unos días me contó de cuando era taxista, oficio que realizó durante gran parte de su existencia.

Asegura que tuvo suerte en sus inicios: “Poco después de llegar a La Habana, allá por 1948, un compadre mío que tenía dos autos me dijo que trabajara yo uno y el otro él y así ambos nos buscábamos dinero”.

El negocio prosperó y Ramón pudo adquirir su automóvil propio, un Chevrolet del 49. Luego cambió su auto por otro más moderno, aunque de uso también. “Me hice de un Chevrolet del 53. Yo no tenía todo el dinero que costaba, pero existía un lugar situado en Lombillo esquina a Rancho Boyeros, la Asociación Internacional de Automóviles, que era una especie de oficina de créditos, donde tú entregabas el auto usado cómo entrada y el resto lo pagabas por letras a esa oficina”.

Rememora: “Hacía piquera al costado del anfiteatro de Marianao. A pesar de que éramos muchos choferes, había trabajo para todos y sin abusar de los clientes. Con lo que ganabas, se podía vivir decentemente”.

Dice que era muy fácil crear una zona de piquera y establecerse en ella: “Se ponía una llanta vieja de auto con un tubo de hierro y colocabas un cartel que decía Piquera. Reportabas a la Organización Nacional de Automóviles de Alquiler, pagabas un peso mensual de impuestos y ya”.

“El precio de un viaje estaba al alcance de cualquier persona trabajadora. Una carrera valía 30 centavos, más adelante subió a 50 centavos. El que alquilaba te decía la dirección hacia donde iba y tú lo dejabas en la puerta de su casa o en el lugar al que quisiera ir”, explica.

Mantener el auto era fácil y económico. “El galón de gasolina valía 32 centavos y en ciertos momentos estaba a un precio menor. El precio de una goma nueva andaba sobre los 20 pesos, y las piezas de repuesto las conseguías con facilidad, según la marca y el modelo del carro. Quedarte parado por falta de piezas era inconcebible”.

Refiere que luego de la Revolución comenzó la escasez de piezas y gomas. “Llegó el instante en que no pude sostener esa situación porque era más el tiempo que estaba parado que trabajando, y siempre con riesgo de quedarme ponchado en cualquier lugar. Entonces vendí mi auto y me fui a trabajar en el servicio de taxis estatales”.

De aquellos tiempos, rememora: “Surgió el Transporte Popular (…) Los autos, en su mayoría, eran marca Ford del 57, de los confiscados a los que se iban del país”. Los choferes “recibían un curso breve de adiestramiento para manejar, pero la mayoría no fueron eficientes, pues rompían los carros con facilidad, porque olvidaban poner el pie el cloche y desbarataban la caja de cambios, o chocaban a menudo. Y así, el parque de autos se acabó”.

Cuenta que luego vinieron los taxis amarillos, a imitación de los Yellow Cabs norteamericanos. “Cuando se pintaron de amarillo y le colocaron una franja de cuadritos en negro, la gente los bautizó como chinos con tirantes. Eran muy parecidos a los que hay ahora”.

Escuchar los recuerdos de Ramón me lleva a establecer una comparación muy interesante entre el actual servicio de taxis y aquellos autos de alquiler.

Hoy, en moneda nacional, solo existen los boteros, quienes mayoritariamente poseen carros norteamericanos de antes de 1960 ―los llamados “almendrones”― que realizan recorridos fijos y tienen tarifas entre 10 y 20 pesos. Los choferes argumentan que no pueden cobrar menos porque entonces, con lo cara que es la gasolina, no tendrían ganancias sino pérdidas.

Si usted quiere o necesita viajar a un lugar específico, tiene que valerse de los Cubataxi estatales, que cobran el servicio en divisa. El precio es según lo que marque el taxímetro o la tabla de kilometraje. En cualquiera de los casos, sus precios son incosteables, excepto para los turistas.

Estos importes en CUC no garantizan que usted pueda acceder con facilidad a sus servicios. Pondré un ejemplo reciente. El 14 de abril, alrededor de las 10:00 p.m., cuando hubo que trasladar hacia el hospital al escritor Rogelio Fabio Hurtado debido al grave estado en que se hallaba, se hizo la solicitud de un auto de Cubataxi, para llevarlo al centro asistencial, pues ni pensar en solicitar una ambulancia a esa hora. Alrededor de las 3 de la madrugada se consiguió que un botero nocturno, que no tenía licencia para trabajar, hiciera “el favor” de llevarlo de Marianao al Clínico de 26. Cobró 5 CUC (el equivalente de 125 pesos).

Recientemente se creó el servicio de taxis ruteros, que tienen tarifas algo más económicas, para competir así con los particulares, pero trabajan solamente por el día.

No es necesario insistir en el tema. Hagan lo que aconsejaba el anuncio de los cigarros Competidora Gaditana: compare.

Publicado originalmente en Cubanet por Jorge Luis González Suárez

Written by CubaNet

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