in ,

La Habana incómoda y la raza de los ‘cúmadas’

Cuba entre los países de "riesgo" para los viajeros
Cuba entre los países de "riesgo" para los viajeros / Foto: Archivo

La ciudad es una fiera que acecha amenazante del otro lado de la puerta.

No es ya este un sitio donde encontrar diversiones o comodidades asequibles, espacios sociales donde calmar la sed o aliviarte del tedio con películas o espectáculos gratuitos, aquellos que en los años 1980 nos divertían, entretenían a todos en zonas como El Parque Lenin, El Casco Histórico o La calle 23.

La ciudad ha sido invadida por los turistas y los precios están hechos a su medida.

La Habana no está en función de quien la habita, nosotros intentamos evadir una capital incómoda, lacerada profundamente, afectada por los ciclones, el deterioro arquitectónico, la basura revuelta en las esquinas, las aguas albañales brotando de las aceras o la falta de transporte público para el normal desplazamiento de sus habitantes. Llegamos con alivio hasta nuestra cuadra, subimos algunos escalones, metemos la llave en la cerradura, y pensamos: “La puerta de la casa es el gran invento del hombre”.

Afuera quedan los gritos, el reggaetón, el interminable juego de dominó amenizado con ron y malas palabras, la vigilancia y el espeso calor lo invade todo.

Al día siguiente el ciclo se repite. Sales corriendo al trabajo, luego a comprar provisiones –lo que todavía se pueda encontrar en pesos cubanos– algo fresquito y ligero para resistir este clima. Debes saber a qué horas expones tu cuerpo al sol. El único recurso que resta es refugiarte en la costa al atardecer o reunirte con tu familia después de las nueve de la noche en el malecón. Allí no hace falta pagar nada para sentarse y echar a volar tu imaginación con los reencuentros.

En las zonas de wifi de este gran sofá pareciera que estamos más cerca del mundo.

Hablas con tus padres o hermanos, los mismos que envían puntuales sus señales de humo, afecto, ánimo y suministros desde el otro lado del mar, ese que hasta hoy nos separa.

Vives esperando esa señal, ese guiño y reflejo más allá del horizonte, entrenándote para ser un cúmadas: especie de nómada tropical que va de lugar en lugar buscando sitio de asentamiento.

En cualquier momento damos ese paso definitivo y nos convertimos en el emigrante que se despide, vuela, envía correos, paquetes, dinero a los suyos y traga en seco al pensar en la luz de esta misma ciudad imperfecta y desgarrada que abandonó en busca de un lugar que se parezca a las necesidades de sus habitantes.

¿A qué se debe toda esta inmovilidad? Me pregunto pisando partículas de sal en el largo paseo del malecón.

¿Qué hacíamos los veranos de nuestra infancia? ¿Serían magos nuestros padres? ¿Cómo se las arreglaban para cargar con nosotros, complacernos y entretenernos hasta el 1ro de septiembre? ¿Cómo solventaban La Vuelta a Cuba o las semanas en Pasacaballos o Guardalavaca?

¿Quién mandó a derrumbar el Campamento Internacional de Pioneros “26 de julio” en Varadero? ¿Dónde están los cines de barrio? ¿Por qué no hay plan vacacional? ¿Y las actividades infantiles en las bibliotecas públicas? ¿Qué pasó con el helado Coppelia en pesos cubanos, ahora se llama Varadero o Pepito? ¿Dónde están los juguetes de aquella rifa que consistía en: “básicos-no básicos- dirigidos”? ¿Con qué juegan hoy los niños que no tienen entradas en divisas?

¿Por qué la cuenta en El Mandarín o El Polinesio con sus manteles blancos y sus copas de agua y vino se paga en Cuc?

¿Para qué sirve el sueldo que pagan en pesos cubanos?

¿Qué será de nosotros en la vejez? ¿Acaso yo también registraré en la basura como esa anciana que dice haber sido profesora de Física Cuántica?

Quién podrá respondernos estas simples, transparentes preguntas sin sospechar de nosotros, sin creer que con el gesto de hacerlas estamos detonando una bomba social?

Si no tenemos derecho a cambiar las cosas, a pedir la palabra, a cambiar las leyes, lo único que nos queda es convertirnos en cúmadas.

La ciudad, el país que tenías ya no existe… esa ciudad y ese país que un día amaste hoy sólo permanece dentro de ti y viaja contigo.

Cúmadas: Seres que aun teniendo territorio propio, deben abandonarlo –no sin pesar– hasta que lo desocupen. Vuelan, escapan con su cultura y costumbres a cuestas, abandonan esa isla verde olivo donde supuestamente ya todo está hecho y nada se puede cambiar, pues, de tan frágil, resulta intocable.

Publicado originalmente en el Nuevo Herald por Wendy Guerra

Written by @elnuevoherald

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Anibal Mustelier, el cubano más buscado por el FBI

Legendario delincuente cubano condenado a 52 años de prisión

Empresarios de Cuba dicen que política de Trump daña a negocios privados