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¿El capitalismo al borde del abismo?

Es normal escuchar, como si de un axioma se tratara, que “el sistema capitalista ha fracasado”, en boca de activistas del socialismo del siglo XXI, de políticos castristas o chavistas y de mil politólogos y charlatanes.

Aunque retórica populista, ignorancia de papagayos o cinismo de la izquierda mondonga, uno puede preguntarse sobre cuál “sistema” capitalista hablan. ¿Les resulta igual el “sistema” capitalista en Haití que el “sistema” capitalista en Holanda? ¿Los problemas del capitalismo en Estados Unidos son los mismos que los del capitalismo en Suecia?

Hablan de las “crisis periódicas” de la economía y puntuales violaciones de derechos humanos en países capitalistas como si alguien hubiera afirmado que allí todo es perfecto. Usan el término “imperialismo” como si fuera sinónimo de capitalismo y, naturalmente, jamás mencionan el imperialismo ruso o el chino, y olvidan el soviético.

En fin, ¿aseguran esos conocedores que existe un sistema exitoso, sin crisis espantosas, que puede asegurar la felicidad de los seres humanos? El socialismo, claro. El leninista. Leen la historia, pero nada importa si viene un Fidel Castro, un Chávez o hasta un Evo Morales y dice que el socialismo es posible. Con eso basta.

Y, como el comunismo es complot, se dan a conspirar en los espacios civiles aprovechando la legalidad, o hacen metástasis en la sombra para llegar al poder por la vía violenta o por las urnas, para en este caso aplicarse a la paulatina demolición de toda libertad. En nombre del pueblo.

El Presidente Donald Trump ha dicho en la ONU que “el problema en Venezuela no es que el socialismo ha sido mal implementado. Es que el socialismo ha sido totalmente implementado”. Eso no es exacto. Ni siquiera el castrismo se ha terminado de implementar allí. Mucho menos el socialismo, que es eterna implementación.

La filosofía y la ideología son un pretexto para esos socialistas, que no pretenden imponer más sistema que el de aferrarse al poder político a través de un partido único, haciendo lo que sea: desde el genocidio y las purgas de los propios comunistas, hasta la imposición de un salvaje capitalismo de estado.

Todos los métodos son válidos y la única divisa es que el Partido comunista defiende los intereses del pueblo sin necesidad de elecciones libres ni de libertades fundamentales. La palabra “pueblo” es lo único que importa y el pueblo real puede ser masacrado en nombre de esa palabra, porque mantener el poder político es el fin que lo justifica todo y cuya implementación nunca acaba.

Al final, el comunismo siempre tiene que ser reformado y entonces ocurre el fin del totalitarismo, como en la Unión Soviética y Europa del Este, o la construcción de un socialismo “capitalista”, como en China y Vietnam. Porque el socialismo es un camino callejón sin salida, porque es el poder por el poder.

Todo capitalismo es infinitamente reformable. Hay que hacer muchísimos cambios en los países capitalistas pobres, pero también ocurren, por mínimos que sean, en naciones tan desarrolladas como las de Europa del Norte o Alemania, por ejemplo, donde, además, la estabilidad lograda en la sociedad y en el mismo crecimiento económico, por encima de las crisis de todo tipo y del terrorismo, son un ejemplo elocuente de viabilidad.

Conozco a alguien que, aceptando el fracaso del socialismo real, aún defendía que el marxismo es una teoría socioeconómica “científica“: “El hombre piensa como vive”, aseguraba, como si todos los hombres, incluyendo él mismo, no pensaran precisamente en vivir mejor de cómo viven. Además, ningún modelo “científico” de sociedad socialista en ninguna sociedad-laboratorio ha tenido un desarrollo comparable al de una sociedad libre medianamente exitosa.

Está el cuento de Pepito que se pregunta por qué el comunismo no fue probado primero con los ratones. Está el viejo chiste de que, sí, el capitalismo está al borde del abismo… viendo cómo se destarra el comunismo. Y está, en definitiva, esa frase que más que un chiste parece una cita de Oscar Wilde: “El socialismo es el camino más largo para llegar al capitalismo”.

Para colmo, en socialismo no se puede ser apolítico, porque todo es político. En un país capitalista, uno se puede dar el lujo de no preocuparse por quién es el presidente, como aquel norteamericano que conocí, que vivió varios años en Cuba y aquí —dijo— aprendió las bondades que tenía en su país

Un cubano de Finlandia, contó lo interesante que era, por ejemplo, cierto foro donde internautas de Estados Unidos y de aquel país europeo discutían sobre las ventajas y desventajas de sus sociedades, los americanos defendiendo la independencia del individuo y los fineses orgullosos de que el gobierno garantizara educación y salud gratuitos para todos los ciudadanos.

¿Puede uno imaginar un foro de internautas cubanos y vietnamitas discutiendo sobre las diferencias entre sus sociedades y gobiernos? No por las diferencias en sí mismas, sino por el solo hecho de que pudieran o quisieran hacerlo sin que una autoridad los conminara a ello.

Hay una diferencia muy notable entre capitalismo y comunismo: hacia dónde se emigra. No hay países comunistas llenos de inmigrantes y, además, allí los muros no han sido para que los extranjeros no entren, sino para que los nacionales no salgan.

Con todos sus defectos, la democracia solo se da en países con algún tipo de sistema capitalista real. Ya Churchill dijo que la democracia es el peor de los sistemas políticos… exceptuando a todos los demás.

Siempre se ha sabido el por qué del dichoso adjetivo para el nombre de países como la República Democrática Alemana o la República Popular Democrática de Corea. Dime de qué presumes…

 

Ernesto Santana Zaldívar

Written by CubaNet

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