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Octubre 26: expedientes JFK

Tal y como en los millones de páginas anteriormente desclasificadas, no se encontrará ningún smoking gun en los documentos que saldrán a la luz pública

Supresiones sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Supresiones sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy.

Ya Trump tuiteó que, subject to the receipt of further information, I will be allowing, as President, the long blocked and classified JFK FILES to be opened. Así que el jueves 26 de octubre, por imperativo de la JFK Records Act (1992), la Administración Nacional de Registros y Archivos (NARA) debe desclasificar más de 300 expedientes aún secretos y unos 30 mil previamente publicados con supresiones sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy.

Se estima que verán entonces la luz cerca de 113 mil páginas más, pero ¿saben qué? Tal y como en los millones de páginas anteriormente desclasificadas no se encontrará ningún smoking gun. El asesinato fue una black op por la izquierda, sin indicio racional de conspiración de la KGB o la CIA ni mucho menos de Fidel Castro. Sólo está claro que la CIA, el FBI y el Servicio Secreto incurrieron en errores garrafales que propiciaron matar al presidente de turno de Estados Unidos a la luz del día en medio de la calle, como si fuera un perro. Y también que, para encubrir estos errores, la Comisión Warren y el Comité Especial de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (HSCA) fueron manipulados [1].

Sin embargo, el anticastrismo perdido sigue alegando que Castro tuvo algo que ver, como declaró al Diario las Américas el viernes pasado el psicólogo forense y expreso político Eduardo Prida, en otro episodio alucinante de la serie de ficción que corre desde que Castro mandó a Oswald a matar a JFK, como sostiene el exiliado Carlos Bringuier, hasta que Castro sabía con antelación que Oswald iba a matarlo, como imagina el exanalista de la CIA Brian Latell.

Se trata del mismo esquema mental que hoy en día da pie a vociferar que mandaron a matar a Oswaldo Payá o sabían que diplomáticos americanos en La Habana quedarían sordos. Quienes urden semejantes hipótesis desconocen al enemigo que denominan castrismo, pero sin ellas este show que va ya para su sexta década sería mucho más aburrido.

Pasito a pasito

La película JFK (1991), de Oliver Stone, animó a la opinión pública y el Congreso tuvo que dictar la JFK Records Act (1992). La Junta de Revisión de Registros del Asesinato (ARRB) desclasificaría, entre 1994 y 1998, más de tres millones de páginas, pero muchos expedientes quedaron retenidos por la CIA, el FBI y otras agencias. De ellos, 425 documentos secretos y 3.369 ya publicados con supresiones fueron puestos el pasado 24 de julio en Internet por desclasificación masiva de NARA, pero apenas emergieron unos pocos detalles significativos, como que:

  • Earle Cabell, alcalde de Dallas al momento de la muerte de Kennedy, era un CIA asset desde la década anterior. No hay pruebas de su conexión con el asesinato
  • Yuri Nosenko, desertor de la KGB en 1964, se mantuvo firme al ser interrogado por la CIA en que había tenido acceso a los expedientes de Oswald y no dijo nada indicativo de que, durante su estancia en la URSS (1959-62), Oswald hubiera sido reclutado por la KGB
  • La CIA dudaba que Oswald hubiera actuado solo y la investigación del asesinato, además de chapucera, fue controlada por la propia CIA
  • Falta el quinto de los siete volúmenes que la Oficina de Seguridad de la CIA retenía como parte del expediente de personalidad de Oswald (201-289248), así como un expediente de 47 páginas del exiliado cubano Tony Cuesta, líder del grupo anticastrista beligerante Comandos L, quien dio la intel —aún sin comprobar— de que otro exiliado, Herminio Díaz, había participado como francotirador en el asesinato.

Desde 2003 el editor de JFKFacts, Jefferon Morely, viene demandando judicialmente a la CIA por no dar la información completa de su oficial George Joannides, quien hacia 1963 era el compañero que atendía al grupo de acción anticastrista Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE), codificado AM/SPELL por la CIA, y estando ya jubilado fue movilizado por la CIA hacia 1978 para que atendiera y tupiera al HSCA. Amén del expediente de Joannides quedan por desclasificar aquellos de otros cuatro oficiales de la CIA que los investigadores más serios consideran sospechosos:

  • David Atlee Phillips (1922-88), alias Maurice Bishop, alias Harold Benson, vinculado a la invasión por Bahía de Cochinos. En 1963 servía como jefe del Buró Cuba de la estación CIA en Ciudad México, así como de la sección de guerra psicológica contra Castro en la estación de Miami (JM/WAVE). El exiliado Antonio Veciana testificó que Bishop fue su handler (1960-73), pudo verlo con Oswald en Dallas antes del asesinato y recibió después la tarea de reclutar a su cuñado Guillermo Ruiz, diplomático cubano en Ciudad México, para que declarara —a cambio de buena suma— que Oswald había sido contratado por Castro con intención de matar a JFK. Un agente de Castro, Nicolás Sirgado (NERON), atestiguó que fue reclutado por Benson en 1966 y en posterior conversación informal este soltaría haber orinado en la tumba de Kennedy, “ese maldito comunista”.
  • Bill “Dos Pistolas” Harvey (1915-76), jefe de la fuerza especial de la Operación Mangosta (1961-62) y del escuadrón de asesinatos ZR-RIFLE. Al defenestrarlo Bobby Kennedy por haber dado luz verde a incursiones contra Cuba en medio de la crisis de los misiles, Harvey no replicó: “If you hadn’t fucked up the Bay of Pigs, we wouldn’t be in this fucking mess!” Uno de sus colegas, John Whitten, alias John Scelso, sería entrevistado por HSCA en mayo de 1978. Al preguntársele qué razón podría haber tenido Harvey para encargar a su esposa quemar todos sus papeles si moría, Scelso respondió: “Pudo haber sido cualquier cosa. Él era muy jovencito para haber asesinado a McKinley y Lincoln”.
  • Everette Howard Hunt (1918-2007), plomero de Watergate y componedor de la batea Gobierno de Cuba en el Exilio acoplada a la invasión de Girón. En su testimonio biográfico Give Us This Day (Arlington House, 1973) aseveró: “La administración Kennedy dio a Castro la excusa que necesitaba para aferrarse al poder dentro de la Isla de José Martí y seguidamente se puso desvergonzadamente a la sombra a esperar que el problema cubano se disolviera”. Aparte de ser confundido hasta por el general Fabián Escalante, exjefe y actual historiador de la Seguridad del Estado, con uno de los tres vagabundos detenidos por la policía el día del asesinato en Dealey Plaza, Hunt se apeó poco antes de morir con que, por orden de Lyndon Johnson, había conspirado junto a Harvey, Phillips, “El Indio” y otros para el big event de matar a Kennedy.
  • David “El Indio” Sánchez Morales (1925-78), jefe de operaciones (1961-66) en JM/WAVE y agente encubierto (1958-60) en la embajada americana en La Habana. Delante de su socio comercial Bob Walton y de su amigo de la infancia Rubén Carbajal largó entre tragos una airada monserga contra Kennedy por el fiasco de Bahía de Cochinos y concluyó así: “Well, we took care of that son of a bitch, didn’t we?”

En la lista de documentos que van a desclasificarse no aparece ninguno del desertor de la inteligencia castrista Florentino Aspillaga, quien dice haber dado en 1987 a la CIA intel sobre el conocimiento previo que Castro tenía de que Kennedy sería asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Tejas. Ese tupe cubiche sirvió de base no sólo al libro capcioso del Dr. Latell Castro’s Secrets (Palgrave Macmillan, 2012, 2013), sino también a la serie de televisión Tracking Oswald, en que otro exempleado de la CIA, Bob Baer, trató de engatusar a la audiencia de History Channel.

Documentalmente probado consta que en Ciudad México un impostor se hizo pasar por Oswald en tres llamadas por teléfono, así como que la CIA destruyó las grabaciones de tales llamadas y jamás ha sacado una foto de Oswald entrando o saliendo de la embajada soviética, que visitó dos veces, ni del complejo diplomático de Cuba, que visitó tres veces el viernes 27 de septiembre de 1963, a pesar de estar una y otro bajo estricta vigilancia fotográfica de la CIA.

También consta que la estación de la CIA en Ciudad México reportó a Langley las visitas de Oswald a la embajada de la URSS, pero no sus visitas al consulado cubano, mientras Langley ocultaba a la estación tener informes de que Oswald se había manifestado abiertamente en Nueva Orleans y Dallas como activista pro-Castro. Y puesto que la CIA sabía perfectamente que Oswald era un exmarine:

1) que desertó a la Unión Soviética en 1959,

2) regresó en 1962 con préstamo del Departamento de Estado para costear el viaje,

3) se metió a nángara con subscripciones a los periódicos de facciones comunistas enemigas en USA,

4) pregonó con bombo y platillo su apoyo a Castro al extremo de crear en solitario una sección del Comité Pro Justo Trato para Cuba en Nueva Orleans,

5) partió de aquí a Ciudad México para solicitar ilegalmente una visa a Cuba en tránsito a la URSS,

6) regresó a Dallas sin que nadie fuera a pedirle explicaciones y

7) consiguió un empleo en el Depósito de Libros Escolares de Tejas, junto a Dealey Plaza, sin que el FBI ni el Servicio Secreto advirtieran ningún riesgo de seguridad al pasar por allí la caravana presidencial…

Nadie puede bajarse con que fue Castro, la KGB o la madre de los tomates, si el propio Phillips admitió en julio de 1986 al investigador del HSCA Kevin Walsh:

Coda

JFK was done in by a conspiracy, likely including American intelligence officers”.

Notas

[1] Vid.: McKnight, Gerald: Breach of Trust: How the Warren Commission Failed the Nation and Why, University Press of Kansas, 2005, y Fonzi, Gaeton: The Last Investigation: What Insiders Know About the Assassination of JFK, Skyhorse Publishing, 2013.

Publicado originalmente en Cubaencuentro por Arnaldo M. Fernández 

Written by cubaencuentro

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