La prostitución dejó de ser un mito hace muchos años en Cuba, pese a estar prohibida. Un medio de subsistencia, eso significa para decenas de hombres y mujeres que se esmeran en “atender” a los turistas provenientes de todo el mundo, muy especialmente a los españoles, según lo reseña Ernesto Pérez Chang, en publicación de Cubanet.
“Creo que la diferencia entre un chico de aquí y otro de España, es que los de aquí te hacen creer que de verdad te aman”, dice Antonio, un turista español que todos los años viaja a Cuba.
Desde el ocaso, decenas de trabajadores sexuales se preparan para pescar clientes. El mercado responde a todos los géneros y tendencias sexuales.
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La calle 23, en el Vedado, es el principal escenario de la prostitución masculina, en la que la mayoría de sus protagonistas albergan el sueño de conquistar a algún cliente que los lleve fuera de Cuba.
Antonio, rodeado de varios jóvenes cubanos mientras les invita unos tragos y cigarros en un bar local, expresa lo que distingue a los proxenetas de la Isla.
“Creo que la diferencia entre un chico de aquí y otro de España, es que los de aquí te hacen creer que de verdad te aman. Les compras una cerveza, conversas con ellos la noche, y al final te cumplen la fantasía que vienes buscando, que es más de afecto que de sexo, eso es casi imposible en España. Después les envías un poco de dinero y cuando regresas te tratan como a un dios”.
El español que viaja cada año a Cuba, cuantas veces le sea posible, asegura que ha estado a punto de casarse varias veces con sus hospitalarios anfitriones, por lo que se los llevaría a todos si pudiera.
El bar Fantaxy del nieto de Fidel Castro
A mediados de octubre, Carter Vlogs, un YouTuber español que estuvo recientemente de visita en La Habana, denunció los casos de prostitución que se viven en el bar Fantaxy propiedad del nieto de Fidel Castro.
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Las denuncias indican que pese a la prohibición de la prostitución en Cuba, es una actividad practicada en muchos bares cubanos.
“Pero este local era la locura, el más chic, el de moda, que pertenece Sandro Castro, hijo de Alexis Castro Soto del Valle. Había mesas reservadas, si te sentabas tenías que consumir una botella que costaba 100 CUC (unos 100 euros). Lo hacían grupos de amigos que rondaban entre los 40 y 50 años y enseguida venían las cubanas y se ponían a charlar”, dijo.
Redacción Cubanos Por El Mundo
