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A doce años del discurso anticorrupción de Fidel Castro

“Esto lo va a arreglar la revolución”

Fidel Castro
Fidel Castro, dictador de Cuba. Foto archivo

Con un discurso de cinco horas que este 17 de noviembre cumple 12 años, luego de abordar el descalabro social con eufemismos tales como “desviaciones y tendencias negativas”, Fidel Castro arremetió por primera vez contra la corrupción generalizada en Cuba, pronosticando que ladrones y negociantes podrían acabar con el socialismo cubano con más facilidad que sus enemigos políticos.

“Pues sí, esto lo va a arreglar el pueblo, esto lo va arreglar la Revolución”, afirmó Fidel Castro, y cuando entrevistado por Ignacio Ramonet, el periodista preguntó “¿cómo?”, el ahora difunto Fidel Castro respondió en aquella ya lejana ocasión: “Primero que todo, es una cuestión ética”.

Seis años después del largo discurso anticorrupción de Fidel Castro en 2005, el 23 de diciembre de 2011, el general Raúl Castro convino con su hermano y en la Asamblea Nacional del Poder Popular dijo: “Estoy convencido de que la corrupción es hoy uno de los principales enemigos de la Revolución, mucho más dañino que la actividad subversiva e injerencista del gobierno de Estados Unidos y sus aliados dentro y fuera del país”.

El asunto de la corrupción en Cuba no es nuevo, y conociendo la descomposición social que ya existía en la Unión Soviética, temprano en los años 60 el Che Guevara igualó los peligros surgidos de los enemigos políticos con los emanados de la vida licenciosa de sus propios compañeros en un sistema de prohibiciones, diciendo:

“Contrarrevolucionario es aquel que lucha contra la Revolución. Pero también es contrarrevolucionario el que valido de su influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después viola el racionamiento, que tiene todo lo que no tiene el pueblo y que lo ostenta, ése es contrarrevolucionario; a ése hay que denunciarlo enseguida, y al que utiliza sus influencias buenas o malas para provecho personal o de sus amistades; ése es contrarrevolucionario y hay que perseguirlo, pero con saña, perseguirlo y aniquilarlo”.

Según este concepto del Che Guevara, los revolucionarios corruptos devenidos contrarrevolucionarios, hoy los hay instalados desde los comités municipales y provinciales del Partido Comunista de Cuba (PCC) hasta el mismísimo Comité Central, pasando por las asambleas municipales y provinciales del Poder Popular y la misma Asamblea Nacional.

Pero el concepto de corrupción-contrarrevolución de los hermanos Fidel y Raúl Castro parece menos drásticos que el del Che Guevara.

Según el general Raúl Castro, el robo de ganado en Cuba afecta no sólo en lo económico, sino también en lo “moral y social” y en la ejecución del delito “participan en complicidad con los matarifes, jefes y especialistas de empresas estatales, unidades básicas de producción cooperativa, agricultores pequeños, veterinarios y directores municipales y otros funcionarios de la institución que se supone debe velar por el crecimiento de la masa ganadera en el país, me refiero al Centro de Control Pecuario, conocido por sus siglas como CENCOP”.

En esas palabras del general Castro Ruz en su discurso del 23 de septiembre de 2011 en la Asamblea Nacional del Poder Popular, quedan fuera según el concepto del Che Guevara, el que “viola el racionamiento, que tiene todo lo que no tiene el pueblo” por ordenanzas ministeriales.

Palabras similares, no acerca del robo de las vacas sino de materiales de construcción, dijo Fidel Castro cuando recordó como en 1990 mientras inspeccionaba la construcción de un centro de biotecnología en La Habana, “me encontré con un mercado clandestino donde aquella fuerza constructiva, sus jefes y un gran número de constructores, tenían organizada una venta de cemento, cabillas, madera, pintura, todo lo que se usa para construir…”

El robo denunciado por Fidel Castro tiene un antecedente casi idéntico. En 1954, Tom Whitney, quien había pasado más de nueve años en la Unión Soviética y había sido jefe del departamento de economía de la embajada estadounidense en Moscú, y luego corresponsal de la Prensa Asociada, escribió un artículo publicado por The Wall Street Journal, titulado Capitalistas que prosperan en Rusia, compilado por la revista Selecciones del Reader´s Digest en junio de 1954.

Según Tom Whitney en el citado reportaje, “no hace mucho tiempo un grupo de ´hombres de negocios´ capitaneados por un tal Konev fue acusado de haber sustraído el diez por ciento de la producción total de una cuantas fábricas de la zona de Moscú durante seis meses. Cientos de toneladas de clavos, listones, yeso y tiradores de puertas fueron a parar al vasto imperio comercial privado de Konev y sus secuaces”.

El pasado 20 de septiembre, el periódico Juventud Rebelde denunció como un surtido de mandos universales para televisores llegados a las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) de Moa, Holguín, a un precio de 5 CUC (dólares), “pasaron de las tiendas estatales a los revendedores particulares quienes les duplicaron el precio”.

¿Serán estos revendedores cubanos discípulos de la revendedora rusa Rosa Martynova? Tom Whitney cuenta como la Martynova, integrante del Konsomol (juventud comunista), “se las arreglaba para colocarse diariamente a la cabeza de larguísimas filas de compradores que se forman a las puertas de los mal provistos comercios cuando reciben nuevas mercancías, vendiendo luego sus adquisiciones, con sustancioso beneficio, a gente refractaria a formar colas”.

El pasado 24 de febrero, el semanario 26, órgano oficial del PCC en Las Tunas, informó que en esta provincia del oriente cubano, durante 2016 “enfrentaron 56 hechos de corrupción, en cuyas investigaciones se detectaron prejuicios por más de cuatro millones de pesos y unos 23 mil CUC (dólares). Las investigaciones comprobaron que alrededor de estos delitos crece el número de personas implicadas y hay reincidencia en determinados lugares”.

Si el difunto Fidel Castro empleó el 17 de noviembre de 2005 un discurso de cinco horas para advertir a los comunistas cubanos cómo podían perder el poder político y de paso sus prebendas a manos de comerciantes y clientes por fuerza transformados en clandestinos, desde 1954 y más brevemente, Tom Whitney había llegado a esa conclusión cuando afirmó:

“El afán de lucro logra sobrevivir hasta en el Estado policíaco más estrechamente vigilado del mundo”.

Huelga decir que la Historia ha venido a dar la razón a Whitney. Las utilidades no sólo hacen sobrevivir a los seres humanos, sino también crecerse ante todas las barreras totalitarias. El derrumbe de la Unión Soviética y todos sus Estados satélites están ahí para probarlo.

En el caso de Cuba, pese a los discursos políticos admonitorios, las acusaciones de los fiscales, las sentencias condenatorias de los jueces, los policías, los soplones y las cárceles, no han conseguido ante la iniquidad castrista que los cubanos no prosigan robando y comerciando, por derecho consuetudinario.

Lástima que ante la ausencia de otros procederes decorosos, derribar la dictadura tenga un precio tan alto, colocar en riesgo la moral de la nación.

Publicado originalmente en Cubanet por Alberto Méndez Castelló

Written by CubaNet

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