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Salir de Cuba ¿El sueño imposible?

Fernando Aramis*

Nuevo look 2HAVANA TIMES — Desde hace mucho tiempo para casi todo cubano salir legalmente de la Isla ha sido y es, un sueño imposible, una meta inalcanzable, y más aún para uno de provincia. Algunos lo han logrado con sacrificio y tesón. Muchas veces a cambio de quedarse prácticamente sin nada, por la sola idea de vivir en un lugar donde posean una pizca más de oportunidades. Todo se resume a la posibilidad del cambio.

Nací en la antigua ciudad de Bayamo, segunda Villa fundada por los españoles en el año 1513. Crecí en una familia netamente comprometida con el proceso revolucionario, hijo de Eudaldo Pastor Tamayo Llanes (músico) y Ofelia Carrillo Pita (enfermera).

Desde niño siempre soñé con los escenarios y supe que la música sería mi carrera, ignorando que todo aquel que estuviera vinculado al arte tendría mucha más oportunidad de salir del país que el obrero común. Yo solo soñaba con cantar mis canciones y ser un referente como el trovador Bayamés Pablo Milanés. Y pensaba ilusionado que algún día me pasarían en la radio, cuando escuchaba a todos los cantantes que admiraba.

En año 1988 me gradué de Instructor de Arte de práctica de conjuntos musicales y comencé a ejercer en un pueblito casi olvidado entre Bayamo y Holguín llamado Cauto Cristo, allí fui enviado para cumplir el obligado servicio social, esa ley que consistía en ir a trabajar donde la Revolución lo necesitara a cambio de haber recibido estudios gratis.

Estuve un año trabajando en la Casa de Cultura para al final de este enterarme que no me subirían el sueldo. Según el encargado de arte de dicha institución, había tenido llegadas tardes al trabajo. Ese fue el primer choque decepcionante que tuve que afrontar contra el aparataje del Estado.

Decepcionado renuncié a todo y me fui sin haber terminado el servicio social. Siempre con el sueño de mudarme a La Habana, regresé a mi ciudad y forme un dúo musical y fuimos contratados en el Centro provincial de la Música de Bayamo.

No entendía por qué todo era tan difícil en una sociedad que se vanagloriaba de su principio de justicia, en la que se decía, y aun se dice, que hay oportunidades para todos.

Un año más tarde (1990) troncharon nuevamente mi sueño y fui reasignado en contra de mi voluntad al municipio de Niquero; qué ironía, el lugar por donde desembarcaron los expedicionarios del yate Granma. La Revolución exigía que debía terminar mi servicio social, tarea que asumí con todas las convicciones que el caso requería.

Allí el proceso revolucionario me tenía reservada otra sorpresa. Lejos de todo lo que amaba me alojaron en un inmundo cuarto sin luz. Menuda bienvenida. De más está decir que en este lugar duré lo que dura un merengue en la puerta de un colegio. Me fui sin mirar atrás.

Tras el sueño de evaluarme como artista (músico) para llegar a La Habana con esa condición a mi favor, esperanzado me mudé a la provincia de La Tunas. En Cuba todo está condicionado, y esa es una condición irrefutable para lograr se artista, evaluarse. Es un proceso donde aparece una comisión de artistas consagrados a opinar sobre tu trabajo y ellos deciden tu futuro.

Después de rodar otro año por la provincia, no permitieron mi evaluación porque para ello debía tener dos años como mínimo trabajando en el sector del arte. Solo me faltaban dos meses para cumplirse ese requisito. Otra ley absurda. De no ser por los amigos que allí hice y encontré, nada de lo vivido hubiera valido la pena. Otra vez desahuciado con guitarra al hombro y un saco de sueños regresé a mi cuidad, con la esperanza algo moribunda, pero aun respirando.

No entendía por qué todo era tan difícil en una sociedad que se vanagloriaba de su principio de justicia, en la que se decía, y aun se dice, que hay oportunidades para todos. En todo ese tiempo, a mi regreso me convertí, casi sin quererlo en un vendedor de Pru (bebida dulce efervescente que se elabora de una planta que crece en la Sierra Maestra nombrada raíz china) en la candonga de la estación del ferrocarril de mi ciudad, trafiqué café de Bayamo hasta el municipio de Florida, de la provincia de Camagüey.

Convencido de que aquel mundo no era lo que llenaría mi expectativa de vida, llegué a La Habana allá por el año 1996, tenía ya 26 años. Recuerdo que la primera noche la iglesia de calle línea me albergó en sus portales.

Mi realidad fue inaudita, inconcebible. Quizás anduve todo ese tiempo enrolado en un cuento de hadas, del cual no despertaría hasta que el destino me arrastró junto a mi padre hasta la ciudad de Varadero, la playa más hermosa del mundo, para mí, otro país dentro de un país.

Allí conocí la otra cara de la Isla, lo que se nos avenía, el poder del dinero, la prostitución. Chicas que abandonaban sus carreras para ir a vender sus cuerpos por pura necesidad, soñando que un señor de aspecto ario las llevara lejos. Aquí nació una canción que titulé, Cuando crucé la Frontera, en la que predije el porvenir. Cuba no es una isla, tiene frontera con Varadero. Al cabo de un tiempo a la entrada de Varadero colocaron un cartel muy grande que decía: Punto Fronterizo.

Convencido de que aquel mundo no era lo que llenaría mi expectativa de vida, llegué a La Habana allá por el año 1996, tenía ya 26 años. Recuerdo que la primera noche la iglesia de calle línea me albergó en sus portales.

Hube de rodar dos años en esa hermosa y mágica cuidad para alcanzar el sueño imposible, que para mí se convirtió en posible gracias a la música. En realidad tuve suerte, si es que existe o a lo mejor fueron los deseos desenfrenados de volar, de conocer otra manera de vivir y de pensar, sé que al final todo no fue malo, pero sí difícil. Es una breve reseña a grandes rasgos de las vivencias en la isla.

Solo pienso en el trabajador que da todo y no tiene más que nada; en aquel que ahorra todo un mes, y hasta dos, para comprar una mochila a su hija para la escuela; el que no tiene la oportunidad que tuve yo de viajar y coger el “Faster” como decimos en Cuba. Otras vivencias e incomprensiones me esperaban en La Habana, en las Islas canarias, y en Quito-Ecuador, pero eso, es otra historia.
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*Fernando Aramis: Nací en Cuba, crecí en Cuba, estudié en Cuba, lloré en Cuba, reí en Cuba, maldije en Cuba, pero no soy de allí, ni de acá, ni acullá, soy terrícola.

 

Written by Havana Times

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