Jóvenes apoyando a Fidel Castro / Foto: Captura

El síndrome de Estocolmo se siente en los cubanos

Dec 1, 2016

La culpa no es del ciego sino del que le da el garrote. En Cuba pareciera vivirse el síndrome de Estocolmo, ese extraño apego por quien por décadas lastimó a toda una nación y supo influenciar negativamente a liderazgos del mundo.

El Mundo de España, resume un texto el momento histórico que vive Cuba. Un apego de un porcentaje de la población que dice extrañar a ese dictador que acabó con miles, que separó familias, que derrumbó el futuro de una isla con potencial en el Caribe.

Una anécdota ilustra la dimensión del momento histórico que vive Cuba. La novia de un conocido disidente se topó la madrugada del miércoles con un gentío que llegaba de rendir homenaje a Fidel Castro, desde la emblemática Plaza de la Revolución hasta una parada de guaguas (autobuses) junto a la Universidad habanera.

Obligada por las circunstancias, compartió con ellos un rato y lo que escuchó y vio la dejó atónita. Algunos lloraban, otros incluso se deshacían en halagos al discurso de Nicolás Maduro, que levantó a la audiencia tras el soporífero Daniel Ortega. Y todos añorando, al menos en esa noche, al líder histórico de la revolución cubana.

La mujer decidió salir a la carrera en busca de su novio para darle un consejo crucial: “Dejen su lucha, ustedes están a tiempo de salvar sus vidas. La gente extraña al hombre, hasta veneración sienten por él”.

Los medios cubanos aseguran, como si fuera dogma de fe, que toda la isla despide y llora a Fidel Castro. La multitudinaria presencia en las calles habaneras (dos millones, según la versión oficial) y la Caravana de la Libertad pareciera darles la razón ante los ojos de los enviados especiales y del mundo, sorprendidos por la exuberancia oficialista. Pero, ¿es apoyo todo lo que reluce? ¿Qué ocurre de verdad estos días en Cuba?

“Los adherentes activados por el luto son una minoría importante, sobre todo ancianos que el natural organizado cobija y favorece. Y no sólo mayores”, estima el politólogo cubano Armando Chaguaceda. “Ha pasado siempre que se va un líder carismático, incluso en el declive de su vida y obra”, añade el historiador, quien actualmente vive y trabaja en México y que en estos días ha analizado de forma exhaustiva las exequias de Chávez, Franco, Mao, Stalin y Pinochet.

Los paralelismos entre el duelo a Hugo Chávez en 2013 y el actual a Castro son evidentes. En Venezuela, el oficialismo quiso aprovechar la muerte de su líder para crear un culto metafísico en torno al comandante supremo y así consolidar al chavismo. Uno de los lemas más repetido aquellos días, que con el paso del tiempo se ha mantenido, fue “Yo soy Chávez”. Hoy, en Cuba, la consigna favorita, bajada desde la máquina de ideas revolucionarias, es “Yo soy Fidel”.

“Imagino que haya de todo, pero a la larga Fidel es un político muy controvertido que deja un legado múltiple con errores y logros, y a la hora de su muerte creo que muchas personas tratan de no olvidar la transformación social que produjo en Cuba y los avances en este frente. Es un símbolo para muchos cubanos, a pesar de sus fracasos en lo económico y los costos políticos del sistema que instauró en la isla”, asegura Pavel Gómez, economista y ex analista del Banco Central, quien forma parte de Cuba Posible, críticos moderados.

“¿Que si he ido a despedir a Fidel? Asere (tío), tú estás loco. Sólo los organizados van. Eso sí, el caballo era un salvaje [un calificativo de admiración y no peyorativo, según la jerga cubana de la calle]”, asegura R.V., joven peluquero que marca tendencias desde su garaje de Nuevo Vedado.

“Los que no sienten ese luto están fragmentados y ocultos, pero son seguramente más”, calcula Chaguaceda.

“Estamos presenciando el mismo andamiaje de las movilizaciones habituales, no es del todo espontánea. Una parte asiste por cumplimiento del deber del trabajo y la otra lo hace por respeto y solidaridad”, sostiene la disidente Johanna Columbie, que milita en el movimiento Somos Todos.

Organizaciones opositoras, como la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), ha denunciado agresiones de fanáticos contra quienes se negaron a rendir homenaje al Líder Histórico, incluida una embarazada. También se sabe de la presión existente para firmar en el libro de la fidelidad revolucionaria, incluso con amenazas de despidos o de pérdidas de ayudas estatales.

Las explicaciones de unos y otros en las calles abarcan distintos ángulos. “Yo no soy comunista, pero sí fidelista. No conozco una sola cosa de esas que dicen que ha hecho (represión)”, asegura un joven ingeniero al volante de un taxi del Estado. “No tiene nada que ver conmigo, pero ha formado parte de mi vida desde siempre”, añade otro jovencito en G, la avenida por la que desfilan las tribus urbanas de La Habana.

“Está saliendo el agradecimiento de las masas con su estado de conformidad, una especie de síndrome de Estocolmo en la peor de sus fases. Mucha gente lleva toda su vida viviendo del sector estatal, unas migajas constantes que han ayudado a su supervivencia mínima”, concluye Claudio Fuentes, activista pro derechos humanos.

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