La nueva prerrogativa del régimen es celebrar las festividades navideñas “con moderación”. El luto impuesto en la isla pretende empañar las celebraciones de fin de año. Tal parece que el propósito de Fidel fue robarle la alegría a los cubanos, incluso después de muerto.
La orden primera era suspender celebraciones por el duelo extendido a la población. Sin embargo, la prensa oficial aseguró que podrán los cubanos recibir el año nuevo con moderación en vista de los “sentimientos que todavía se agolpan” por la muerte del tirano Fidel Castro.
Aunque se profesa que el culto a la personalidad era opuesto, el régimen obliga a la población a sentir un dolor, que no se ha visto en La Habana. Después de la muerte de Castro, el show debía continuar y así se hizo. No más ron y se bebía clandestinamente, no más música y regresó.
El bullicio de La Habana se hizo sentir como se hará también en el festejo decembrino, porque no hay tristeza, por el contrario, se respira alivio.
“No faltarán las actividades festivas en los centros recreativos (cabarets, restaurantes, círculos sociales y otros), que se mantendrán como de costumbre, así como las que se organizan en áreas públicas”, señala Granma, órgano del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC, único).
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Quien no está, no hace falta. Y en estos momentos, donde la economía cubana pende de un hilo y aspira beneficiarse del emergente turismo, lo menos inteligente sería ofertar una isla gris y deprimida – aún más. Navidad es celebración y en Cuba se busca el sello latino. Estadounidenses, canadienses y demás nacionalidades vendrán en la búsqueda de diversión, esa que Fidel Castro intentó quitarle a los cubanos hasta en su lecho de muerte.