El pueblo no tiene armas, pero Cuba es uno de los países más militarizados del mundo. Soldados cubanos participan en el ensayo del desfile militar.
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#OPINIÓN | Navidades cubanas: entre sapos y duelo

Dic 27, 2016

MIRIAM CELAYA

Ignoro cómo se les llama en otras culturas, pero para los cubanos de aquende y allende los mares un “sapo” es el típico personaje que siempre aparece en un ambiente de jolgorio, optimismo o alegría con el único propósito de aguar la fiesta, poner la podrida, secar el picadillo, malear el picao, es decir, –llevando el término a su forma verbal–, para sapear.

En esta Isla, hedonista y risueña pese a las adversidades, ser un sapo es una de las muchas formas de ser un pesado,  que entre nosotros constituye el peor de los defectos. Entiéndase la sutileza: se puede ser un pesado sin ser necesariamente un sapo, pero es irrefutable que absolutamente todos los sapos son unos pesados. Por eso el sapo puede granjearse en un segundo la antipatía de todos los presentes, en cualquier escenario y circunstancia. “No seas sapo” es entre nosotros una expresión de rotundo rechazo contra ese sujeto que sabotea el disfrute en cualquiera de sus manifestaciones.

Por eso resulta tanto más curioso y contradictorio que en Cuba el Sapo se haya sobredimensionado hasta erigirse en institución y política de Estado. De hecho, en los últimos 60 años el Poder ha estado en manos de un grupito de batracios verdes dedicados a anular por decreto y sistemáticamente cualquier atisbo de felicidad popular.

Si alguien dudara sobre este particular, basta enumerar algunas pinceladas del impenitente saperismo verdeolivo: la proscripción de festividades tradicionales como las Navidades, el racionamiento de los alimentos y de todos lo que significara prosperidad y confort, los Trabajos Voluntarios para arruinar el descanso dominical de los trabajadores, la exclusión de mucha y muy buena música foránea y nativa de las radioemisoras nacionales, la imposición de efemérides luctuosas del santoral comunista en detrimento de las fechas festivas religiosas (la Semana Santa, entre otras), y otros muchos ejemplos que harían demasiado extenso el inventario.

Por estos días finales de 2016, otro año espinoso y estéril, y tras sobrevivir a duras penas el reciente novenario del Finado en Jefe (Sapo por antonomasia), los trabajadores cubanos han sido informados de que no tendrán lugar las tradicionales fiestas de Navidad que en muchos centros laborales estatales constituyen prácticamente la única festividad casi desprovista de matiz político. Y digo “casi” porque es sabido que, al menos oficialmente, los trabajadores cubanos no festejan el nacimiento del Niño Jesús ni el advenimiento del Año Nuevo, sino el glorioso aniversario del triunfo de la revolución. (Las minúsculas son intencionales).

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@norismarnavas

Productora de contenido en Cubanos por el Mundo. Locutora certificada. Profesora universitaria. Investigadora

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