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Esta es la mina de adoquines que trabajan, viven y protegen los cubanos Sorbeto y Yuniesky
Esta es la mina de adoquines que trabajan, viven y protegen los cubanos Sorbeto y Yuniesky

“Construir una casa en Cuba se ha vuelto solo para ricos”: denuncian los isleños

El huracán Irma tras su paso en septiembre dejó a Cuba total y rotundamente devastada. Sus casas derrumbadas, otras sin techos y muy deterioradas. El gobierno ante ello ha resuelto dando créditos bancarios, pero sin embargo aun así eso no les alcanza para construir un hogar, pues el mercado negro se ha valido tanto de la necesidad que los materiales han triplicado sus costos.

“Levantar una casa en Cuba se ha convertido en algo solo para ricos”, aseguran los isleños, quienes detallan que los almacenes solo expiden materiales a los damnificados que están en la lista elaborada por los trabajadores sociales y el Poder Popular. Esta situación ha hecho crecer el mercado negro. “Todo lo tienen ellos y sus cercanos. Los demás, que no tengan contactos, tienen que mendigar hasta que les vendan”.

Luis, un enlace entre quienes buscan materiales y quienes los “suministran”, desde la calle 226 de Jaimanitas, dijo al Diario de Cuba que el saco de cemento subió a 300 pesos. “Una barbaridad. Sin contar los ocho CUC que cuesta un metro de mármol. El ladrillo y el bloque se esfumaron. También subió el precio del acero, la arena y la piedra. Hasta la mano de obra se remontó. Es más ventajoso comprar una casa que arreglarla. Ahora solo pueden construir los ricos”, expresó.

En los poblados costeros, como Santa Fe y otros al noroeste de La Habana, hay viviendas sin terminar. Muchos de los habitantes manifestaron al equipo reporteril que han captado vendedores de cemento, a costos altos, pero que igual cuando se disponen a comprar ya no tienen.

Mientras que Tania, una peluquera de Santa Fe, contó que en su caso ella tiene cemento pero le faltan “250 bloques por lo menos. Están perdidos”.

La mina de adoquines

Irma tras su paso dejó complicaciones, muchas, pero también desenterró y arrastró varias riquezas, que muchos habían desestimado y que Sorbeto y Yuniesky descubrieron durante una de sus largas  caminatas por las playas de Jaimanitas.

Ellos son Sorbeto y Yuniesky, los amigos que descubrieron los adoquines.
Ellos son Sorbeto y Yuniesky, los amigos que descubrieron los adoquines.

La pareja se topó con cientos de adoquines semienterrados en la arena. Con esfuerzo se acercaron y fueron sacándolos del agua y llevándolos a la orilla, donde había más de mil que ya habían sido arrastrados por la marea y que se posaron justo sobre el muro del antiguo balneario La Conchita.

Desde entonces Sorbeto inició su propio negocio. Los toma entre sus manos, los tantea. Asegura que cada adoquín pesa seis libras y explica que “eso es mármol fundido, por eso resiste el paso del tiempo. Mucho mejor que el bloque de concreto y el ladrillo. Más fuerte”. Se reserva el precio al cual los vende. “Pero casi todos ya los tenemos encargados”.

Cuentan que los primeros 500 adoquines se los compró el dueño de un restaurante para hacer un horno. Y ahora les pidieron unos 1.000 adoquines más para construir un garaje.

Para los amigos este descubrimiento se ha convertido en su forma sobrevivencia. Juntos desentierran a diario al menos 100 adoquines. Y se turnan cada noche para cuidar su “mina”.

Todos en el pueblo los reconocen como los “propietarios” y nadie osa tocarles un adoquín. Si se examinan de cerca, es posible comprobar que, en efecto, son de mármol azul fundido. Para toda la vida.

Redacción Cubanos Por el Mundo

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