Por primera vez en sus 76 años de vida, Armando Fuentes le da gracias a Dios por haberse retrasado en un compromiso. Y es que el septuagenario tenía boletos para embarcarse en el Boeing 737 arrendado por Cubana de Aviación que se estrelló el pasado viernes y dejó 112 personas muertas, pero los queseares del día a día lo retrasaron y no pudo llegar.
Según detalla la web El Estornudo, este habanero viudo y padre de dos hijos, iba a viajar a Holguín para ver a su hermano quien enviudó recientemente. Pero ese día todo fue cuesta arriba.
Un amigo le había asegurado que a las 9:30 de la mañana pasaría por él para llevar al aeropuerto, pero eran ya las 10:20 am y aún no había llegado.
El amigo llegó a las 11:00 am y a esa hora salieron a la terminal, pero en el camino se le ponchó una llanta y decidió tomar un P12.
Pero ya cuando iba a mitad de camino supo que no llegaría a tiempo y simplemente decidió no ir.
“No estaba para mí, así de simple; no estaba para mí”, expresó.
“Empezó la locura”
Fuentes sin embargo decidió ir al mostrador de la aerolínea para ver si había la posibilidad de recuperar su billete, pero la chica le informó que el avión ya había despegado.
A los pocos segundos, vino la tragedia.
“No sabría describirte el sonido, nunca había escuchado algo así. Solo te puedo decir que el piso se movió y empezó la locura”, recordó Armando.
La joven en su desespero salió con un extintor e incluso lo empujo sin querer. Todos gritaban “¡Ay, por Dios, ay, por Dios, se cayó!”
Al asomarse en la ventana vio una enorme columna de humo, los carros de bomberos, ambulancias y patrullas corrían a todo dar para llegar al lugar del accidente.
“Me quedé en blanco, no sabía qué hacer. La gente se acercaba al lugar donde cayó el avión para ayudar, o por chisme, pero yo no podía moverme. Yo debería de haber estado hecho cenizas en ese momento, y quiero pensar que por alguna razón divina estaba vivito y coleando”.
Una hora después del accidente, Armando abandonó el aeropuerto y caminó sin rumbo hasta que encontró un teléfono público. Llamó a su amigo, el que debía haberlo llevado a tiempo esa mañana, le preguntó dónde estaba y si tenía ron.
“Le advertí de que iba para su casa porque yo estaba vivo”, concluyó.
Redacción Cubanos por el Mundo
