Resulta increíble pensar que alguien sobre la faz de la Tierra desconozca qué es la covid-19 a estas alturas. Pero en la helada e inmensa Siberia reside la ermitaña Agafia Lykova, quien lleva toda su vida aislada.
En la región asiática oriental de Rusia, Lykova está construyendo una nueva casa para poder seguir viviendo a cientos de kilómetros de sus vecinos más cercanos, sin electricidad ni transporte.
El clan Lykova huyó de la persecución religiosa de Stalin, en 1936, y fue en búsqueda del aislamiento absoluto. Karp Lykova y su esposa engendraron y criaron a sus cuatro hijos, dos niñas y dos niños, en el bosque siberiano. Construyeron un hogar a 250 kilómetros del pueblo más cercano, Tashtagol, cerca de la frontera de Mongolia. Un paraje casi inaccesible, que requiere una caminata de dos semanas a pie.
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La familia vivió aislada sin contacto con otro ser humano durante más de 40 años, desconociendo la realidad del mundo contemporáneo. Hasta que un grupo de geólogos soviéticos los encontraron por accidente en una expedición en 1978.
Los científicos hallaron a la familia, con excepción de la madre que había fallecido en el parto de Agafia Lykova. Pero aún más sorprende que encontrar a la familia en el helado bosque, los expedicionarios quedaron perplejos al notar que la familia vivía como Edad Media y que hablaban una lengua mezcla de ruso y antiguo eslavo, el idioma ancestral de Rusia.
Fue en ese entonces cuando la familia se enteró de los hechos de la Segunda Guerra Mundial, que se desarrolló entre 1939 y 1945. Con dicho precedente, Agafia Lykova debe seguir imaginando que Cuba es un país libre y democrático.
Agafia Lykova, una vida aislada en Siberia
La menor del clan Lykova ha vivido los últimos 32 años en soledad, luego que su padre, el último de los miembros de su familia, falleciera en 1988. Siete años después que sus tres hermanos.
Ha sobrevivido cultivando papas y hortalizas en medio de la fría Siberia. También cuenta con una red para pescar y una cabra a la que ordeña todos los días como le enseñó su padre, el último de los cuatro miembros de su familia en morir hace 32 años.
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Desde ese momento, la mujer solo tuvo la compañía de Erofey Serov, uno de los científicos que comandó la expedición. Quien se instaló en una cabaña a 50 metros de su asentamiento hasta que murió en 2015 por causas naturales.
Actualmente la anciana recibe ayuda de personas que le envían por helicóptero algunos materiales y alimentos. Como dato curioso ninguno de los productos otorgados a Lykova deben contener código de barras. Esto se basa en que ella, educada en la fe religiosa de la biblia rusa ortodoxa, afirma que “los códigos de barras son señales del demonio”.
Redacción Cubanos por el Mundo