Cuentan, rumoran, murmuran y platican que, desde aquel día en que la joven e inexperta en cuestiones de amores, Cristina Escobar, dejó plantado en la Casa Central de las FAR a su primer prometido, vestido y con anillo en la mano, mucho ha llovido.
Aseguran también que la bella presentadora y periodista, hasta logró sucumbir al Catalejo de Israel Rojas. Yo no los he visto en el cuchi cuchi, que conste, pero una amiga mía que trabaja en el ICRT sí; y otra, que ya no trabaja, afirma que era bastante evidente que el Gallo de Pelea guantanamero, estaba loco por meterse en La Zanja de Cristinita.
Lo que sí nos consta es que Cristina parece haberse desencantando y desilusionado con su magna misión de transformar el periodismo en Cuba. ¡Tan inteligente ella! Estudiada y preparada, incluso en Londres, donde no ha ido ni irá Bolivia Tamara Cruz Martínez, Aixa Hevia o Jorge Legañoa, por nombrar algunos que han ostentado, ostentan y ostentarán altos cargos dentro del sistema comunicacional o de prensa del país.
Es probable que Cristina asuma que, desde aquel día en que se paró delante de Díaz-Canel en el salón del Comité Central, y que rodeada de periodistas le dijera al puesto a dedo con bonitas palabras que el periodismo en Cuba es una porquería, nada se ha hecho – a pesar de la cacareada Ley de Prensa – y que el cuartico está igualito.
Y como ella, podrá ser cualquier cosa menos bruta, ya tomó la sabia decisión de irse para el carajo de la Televisión y terminó, en el primer bounce que dio, al frente del Departamento Comunicacional de la Embajada del Reino Unido en La Habana, tras la llegada del nuevo Embajador.
De la relación entre ambos – de trabajo, digo – ya les puedo decir que va viento en popa. El canciller británico le tiene alta estima y confía en su profesionalísimo trabajo.
A cada rato se les ve juntos en los eventos, aunque la Cristi se cuida de aparecer en las fotos oficiales.
Eso sí, no pudo escapársele al lente cuando fueron fotografiados en la Isla de la Juventud el pasado mes de junio.
De lo que allí se hizo y dijo, no hay mucho que contar.
La principal lección aprendida de todo esto es que, los periodistas cubanos no son tan tontos como aparentan.
La mayoría se marchan del país, como Boca Chula, Max Barbosa y su pareja Laura Patricia Ruiz Ledón; como Yunior Smith, y reciben a su llegada una I-220A.
Otros, como Mauricio Escuela, todavía intentan irse.
Hay quien no, hay quien se queda, pero agarra un buen puesto en una Embajada, y comienza a ganar dolaritos.
Esa, es Cristina Escobar.
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