Si algo nos ha regalado el desmoronamiento del castrismo es la falta de filtros con la que sus esbirros quedan expuestos, sin maquillaje ni barniz. Esta vez, el “homenaje” le ha tocado a Helmo Hernández, el presidente de la Fundación Ludwig en el Vedado, cuya reputación ya estaba bastante deteriorada, pero que ha terminado de despepingarse con su más reciente acto de censura.
El diseñador y activista Julio Llópiz no se guardó nada al describir el historial de abusos, servilismo y manipulación de Hernández en el entramado cultural cubano.
“No es ni raro ni subido de tono el nuevo acto de censura llevado a cabo por Helmo Hernández en ese parque de diversiones y atracciones de feria que es la Fundación Ludwig en el Vedado”, comentó Llópiz. “Hace muchos años lo llevo viendo operar como el hombre grosero y charlatán que es”.
Pero si alguien pensaba que esto era una salida de tono aislada, Llópiz se encargó de ilustrar con ejemplos la trayectoria del personaje. Desde hacer llorar a una traductora embarazada en 2006 hasta manipular a artistas emergentes para vender la idea de un castrismo abierto y moderno, Helmo Hernández ha logrado el dudoso mérito de ser visto como un “miserable” incluso por quienes han trabajado con él.
Según el diseñador, casi todos los artistas que han tenido contacto con él han terminado huyendo, dejando claro que el show de la Ludwig no es más que otra fachada del aparato de control estatal.
El pasado 5 de febrero, Helmo Hernández perdió la tabla, dejando al descubierto lo que muchos ya sabían: la censura en Cuba no solo es política de Estado, sino que ahora ni siquiera se esfuerzan en disimularla. Mientras tanto, el funcionario ha sido el blanco de memes en redes sociales, donde lo han convertido en la nueva cara del descaro institucionalizado.
Si algo ha quedado claro, es que el desespero del castrismo por mantener una ilusión de apertura cultural no se sostiene. Y que personajes como Helmo Hernández son solo piezas desechables en una maquinaria en ruinas. Su servilismo ya no engaña a nadie, y ahora, con memes incluidos, su caída en desgracia es motivo de risa más que de indignación.
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