En esos más de 400 migrantes varados en el paso fronterizo, hay poco más de una decena de niños cubanos que desde el 12 de enero consiguieron una barrera en la empinada subida hacia la libertad.
Aún no votan, ni son contribuyentes. Mañana podrían serlo, si se permite brindarles un futuro más allá de las fronteras. Una realidad incómoda y silente se oculta tras la nueva crisis migratoria en Nuevo Laredo, México.
El pasado 12 de enero, Barack Obama puso fin a la política de pies secos/ pies mojados que facultaba con la ciudadanía estadounidense a todo cubano que lograra ingresar a este territorio.
Mientras Obama hacía el anuncio, un gran número de cubanos continuaba en tránsito hacia el referido sueño americano encontrándose con la sorpresa de que el gobierno de Estados Unidos ya no les permitiría entrar a ese país.
11 niños en medio de la noche, la precariedad y la angustia. 11 futuros que desde muy temprano están experimentando crueles momentos que aún no están cerca de entender. Los más pequeños de ellos aún no alcanzan ni el año de vida.
Jovann Silva Delgado, narró a Cubanos por el Mundo la historia de los hijos de Irina Ricardo y Ángel Eduardo Díaz, una pareja de cubanos varada en Nuevo Laredo. Alí Díaz es un pequeño de 8 años de edad y Lía Díaz, de tan solo 6 meses; ambos afrontando un duro momento que no eligieron vivir y que ahora deberán asumir en familia, una gran familia de cubanos, aunque extraños en su mayoría, unidos por el mismo deseo: llegar a Estados Unidos.
“Alí es un niño alegre que se mantiene con sus padres todo el día en la calle que se encuentra frente al Puente Internacional 1: Lincoln – Juárez en Nuevo Laredo. El niño no deja de sonreír cuando se le saluda y se muestra dispuesto a salir en las fotos que su papá me autoriza a hacerle” escribió Silva Delgado.
Alí le pone nombre a una realidad. En medio de la angustia constante viven sus padres temiendo que algún hecho de violencia, frecuentes en México, pudiese tocarle.
Mirada inocente
Ha visto lo más bajo de una crisis, ha recorrido países en compañía de sus padres, aún sin entender muchas atrocidades del recorrido; pero también ha conocido de la solidaridad humana, de la bondad de quienes sin conocerlo, han ofrecido amablemente lo mejor de sí a la comunidad cubana.
“Alí se comporta muy bien, juega con su hermanita, habla en voz baja y lo pude ver intentando comer de los tacos que unas señoras mexicanas les trajeron amablemente a los cubanos como acto solidario” narra Silva.
Su hermanita Lía, cubana en sus raíces, nació en Ecuador cuando su madre logró salir de Cuba sin necesidad de visa. En su corta edad ha recorrido más de 10 países, historia que no podrá recordar, pero que su compañero de vida, Alí, podrá narrarle.
“La familia cruzó las fronteras de los países que separan a Ecuador de Estados Unidos con sus dos hijos. La travesía que es difícil para cualquier adulto, porque se debe transitar por ríos, selvas y montañas, debió ser extremadamente peligrosa para estos menores”
A continuación el relato de Silva que devela otra cara de la moneda, en el nuevo episodio de la crisis migratoria cubana:
Otro niño pequeño en el grupo es Aaron de 1 año de edad que corre, por las aceras de la calle donde se encuentran los cubanos, como si estuviera más grande. Lo acompaña su mamá Saray Domínguez que es de Ciego de Ávila y salió de Cuba a través de Guyana, que es otro de los países de nuestro continente que no exige visa a los cubanos para poder visitarlo como turistas. Aaron es, sin lugar a dudas, el niño más popular del grupo porque va de brazo en brazo de todos los cubanos, como si conociera de toda la vida a estas personas, sin llorar y siempre con ánimos para jugar. Come de todo lo que le ofrecen y toma el jugo que le abre su mamá solito, aguantando la cajita y chupando por un absorbente. Está dispuesto a posar con el resto de los niños para una foto y deja que lo salude sin extrañarse al verme por primera vez.

Están en un lugar dónde son vulnerables a un potencial secuestro o a un acto de violencia; pero me preocupan mucho más las secuelas psicológicas que podrían enfrentar en el futuro estos infantes.
La Convención de 1989 sobre los Derechos del Niño establece en su artículo 19 que los Estados Partes están obligados a “proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación”.
El gobierno y las autoridades migratorias mexicanas deberían garantizar la seguridad, la atención médica y el alojamiento en lugares seguros de estos niños migrantes mientras se encuentren en su territorio (artículo 24 de la Convención sobre los Derechos del niño).
Hasta el día miércoles 25 de enero de 2017 estos niños no habían sido examinados por un médico mexicano para chequear el estado de salud de los mismos. No son protegidos por efectivos de la policía en la calle donde sus padres se aglomeran y duermen en hoteles que sus padres pagan con los pocos recursos que les quedan sin que las autoridades hayan habilitado un lugar de alojamiento especial para ellos.
Las autoridades mexicanas también están obligadas a facilitar “que el niño que trate de obtener el estatuto de refugiado o que sea considerado refugiado de conformidad con el derecho y los procedimientos internacionales o internos aplicables reciba, tanto si está solo como si está acompañado de sus padres o de cualquier otra persona, la protección y la asistencia humanitaria adecuadas para el disfrute de sus derechos” (artículo 22 de la Convención sobre los Derechos del niño).
Llamado de atención
Espero que estos testimonios sirvan para abrir los ojos a las madres y padres cubanos. Someter a nuestros hijos a este tipo de viajes y situaciones riesgosas por alcanzar nuestras ambiciones personales es realmente penoso. Debemos poner a los pequeños a salvo de estas aventuras que pueden terminar en sufrimientos para ellos. Aprendamos a ordenar nuestras prioridades para que los niños no tengan que pagar por nuestros errores.
Redacción Cubanos por el Mundo / Con la colaboración de Jovann Silva Delgado