Luis Bustamante Fernández, de 52 años, murió el pasado mes de junio en la prisión Veguita 2, en Bayamo, por un tumor maligno diagnosticado tardíamente, publica Diario de Cuba
El recluso sufrió una gran agonía en sus últimos días de vida debido a la desatención médica y a la negación de las autoridades del régimen a otorgar una medida de libertad provisional. Así lo asegura su esposa Natacha Valle Meléndez.
“Sabía de mi marido por los presos. Ellos me llamaban diariamente para contármelo todo. Decían que Luis solo comía caramelos porque no podía tragar, que dormía sentado sobre una tanqueta porque los dolores no lo dejaban dormir, que las doctoras no se molestaban en ir al colectivo (dormitorios comunes) para revisarlo. Él era de lo mejor que había allí, monitor de varias asignaturas. Las profesoras le llevaban té para aliviarle los dolores y también me llamaban para decirme que las doctoras no se asomaban por el colectivo ni para bajarle las fiebres”.
Dolor en un riñón fue el primer síntoma de su enfermedad en abril. Fue llevado al hospital de Veguita y le practicaron un ultrasonido diagnosticándole una irritación. Le prescribieron amoxicilina y no recibió más atención.
“Nunca le hicieron seguimiento, ni fue internado en el hospital de la prisión, a pesar de los dolores, la fiebre y de que no comía nada” señaló la esposa entre lágrimas.
A las semanas, el recluso sufrió una nueva recaída y evidente complicación. Fue trasladado al hospital, donde los médicos aseguraron que ya no podía hacerse nada por Bustamante pese al gran tamaño del tumor, de unos 10 centímetros.
“Nada más llegar, la doctora le palpó el torso y dijo que había un bulto muy grande. Le hizo un ultrasonido e inmediatamente salió el tumor. Tan grande era que la doctora no entendía cómo era posible que no lo hubieran visto en el ultrasonido del hospital de Veguita, por muy atrasado que fuera el equipo. Yo, que no sé nada de ultrasonidos, veía la bola aquella. La doctora llamó a una cirujana, pero desafortunadamente ya no era operable porque tenía metástasis”.
Bustamante cumplía una pena de tres años de prisión por la muerte de una persona en un accidente de tránsito. Era chofer de la Agencia de Taxis y en 27 años no había tenido un accidente, asegura su cónyuge.
La pesquisa de la Policía de Tránsito determinó que un badén en la carretera había provocado la explosión de las dos llantas delanteras y el vuelco del vehículo, dice Valle. Asegura que su esposo no iba a exceso de velocidad y que los investigadores no encontraron rastro de consumo de bebidas alcohólicas.
Pisotean derechos humanos
La mujer ahora lucha por justicia. No descanzará hasta sentir que lo hizo todo para que los responsables de tanta injusticia paguen por sus hechos.
“Enterré a mi esposo y al día siguiente fui a la oficina de Ciudadanía a presentar mi queja. Ellos eximen de responsabilidad a las dos doctoras y al mayor jefe de la prisión, José Pérez Vázquez. Dicen que lo llevaron al hospital y que le habían sacado un turno para el mes de junio. Lo último es mentira, porque ellos nunca le hicieron seguimiento, lo atendieron sus compañeros de prisión y las profesoras”.
La mujer señala que desde que su esposo presentó los primeros síntomas solicitó su traslado para una prisión de Santiago, pero siempre se la negaron.
“Solo cuando se enteraron de que estaba moribundo resolvieron el traslado en una semana para ‘Confianza’ (prisión de Santiago), no sin antes haber recibido amenazas del mayor José Pérez Vásquez, jefe de la prisión, de venir a sacarlo del hospital para llevarlo de regreso”.
El jefe de la prisión, en una llamada telefónica, le dijo a la mujer que “pensaba que estaba fingiendo” dolores, táctica de muchos reclusos en la cárcel. Las doctoras de la cárcel no lo cuidaban y tampoco evaluaron su enfermedad a fondo, lo que retraso su diagnóstico y tratamiento, provocando su muerte en menos de un mes.
Sí a esto se suma la mala alimentación, el maltrato, las hostiles condiciones de los presos en Cuba, Bustamante no tenía muchas posibilidades de salir airoso de esta afección.
“Para ellos (las autoridades policiales y médicas), los presos no son seres humanos. Son tratados como perros y mi marido era de los mejores”.
Redacción Cubanos Por El Mundo