La mendicidad moral es hija de la revolución cubana, que tras 60 años de carencias, obligó a los cubanos a luchar por su sobrevivencia antes que por su desarrollo y superación personal.
Es una realidad que retratan a la perfección Thalía y Yanisleydis, dos jóvenes cubanas que sentadas desde El Malecón, en La Habana, narran con suma naturalidad cómo se gana la vida una “jinetera”. Según reseña de América Te Vé.
“Buenos las citas aquí en Cuba son, bueno tú me invitas a comer, me invitas a fumar, yo fumo contigo. Hacemos el amor y tú me tienes que pagar. Aquí (en Cuba) el amor tiene precio”, asegura Yanisleydis a su entrevistador.
Las tarifas varían dependiendo los favores sexuales demandados por los clientes. La mínina parte de los 30 dólares en adelante.
“Está en 60 (dólares), 80, de 30 hacia arriba. Aquí para salir tienes que casarte y tener un matrimonio con un extranjero, porque las salidas son ilegales. Sí tu pagas el pasaje y lo pagas todo no hay problema con eso”, relata la cubana.
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Degradación moral
Muchas mujeres en Cuba han asumido una visión distinta del matrimonio y del sexo, viendo en ambas una oportunidad de sobrevivencia en medio del alto costo de la vida en la Isla, en la que los salarios estatales no cubren ni medio mes de sus necesidades más elementales.
“No, cubano, no” responde convencida Thalía ante la consulta de sí se casaría con un cubano. Esa decisión sólo tendría sentido si se trata de un extranjero, el sueño de muchas féminas en la Isla, que llegue un príncipe, aunque no tan azul, a librarlas de la esclavitud en la que nacieron.
La prostitución siempre ha sido ilegal en Cuba, al menos en letra, siendo una práctica reconocida por el mundo entero y demandada por los turistas.
Redacción Cubanos Por El Mundo
