Gallinas decrépitas es lo que un alto funcionario de la seguridad alimentaria del país tiene para ofrecer a los ciudadanos de a pie. Y no es de extrañar, porque el pueblo de Cuba permite todavía que lo traten como animalito de corral, dispuesto a correr hasta la canoa para recoger su salcocho.
El cubano de a pie consume como “plato fuerte” engrudos indescifrables (masa cárnica, masa de croquetas, mortadela), y “clarias” de río, costillas de res esquilmadas a tope, etc.) sin chistar siquiera. No bastando a la dirección del país prohibir la carne de res desde medio siglo atrás, hace solo unos meses eliminó también las casillas particulares que expedían cerdos y carneros al detalle. El pollo es asunto de moneda dura en las shopping, tras dolorosas colas y más dolorosos precios para el honrado trabajador que no gana CUC.
Lo que sí es de extrañar que un joven locutor cubano ¡de la Isla! haya respondido con toda energía al oligarca que en la Mesa Redonda realizó la oferta de las gallinas decrépitas. Y que lo haya dicho con toda la dignidad carente en muchos otros cubanos que callan por miedo a perder sus míseras prebendas: “SIN RODEOS, VOY DIRECTO Y SI PIERDO MI TRABAJO YA ME LAS ARREGLARÉ. RESPETO PARA EL PUEBLO CUBANO. LAS TRIPAS, “GALLINAS DECRÉPITAS” Y LOS RESTOS SE LOS COMEN USTEDES.”
Esa debería ser la postura de todo cubano de a pie que se sienta ofendido al ser tratado como un simple plebeyo. Sí, plebeyo he dicho; porque cuando me adentro ocho siglos atrás hasta la época de Ricardo I de Inglaterra, encuentro una siniestra analogía entre nuestras vacas y los venados del rey, entre el Robin Hood de los bosques de Sherwood y los valerosos sacrificadores de ganado mayor. A aquellos les amputaban el pulgar para que no pudieran disparar su arco, a estos los encierran durante varios años de cárcel.
¿Es que acaso estamos estrenando un neo-feudalismo latinoamericano? ¿Es que la dirección de este país se ha convertido en realeza sagrada y disfraza sus títulos nobiliarios de príncipes, duques, condes y marqueses, con los de Presidente, Secretarios, Ministros y Gobernadores? ¿Es que la voz de los nuevos plebeyos no alcanza a ser escuchada y tenida en cuenta y respondida con respeto por los hijos de Zeus?
Mal presagio me invade por dentro. Hoy la Covid-19 se lanza sobre nuestro país como la gigantesca ola de un tsunami. No se abre la economía, sino continúan monopolizando a particulares productores. No entienden que si las pocas mercancías que aglutinan al pueblo en las colas se distribuyeran por la libreta de racionamiento, la población no tendría por qué sufrir aglomeraciones que se convertirán en las mayores fuentes de contagios.
¡Hasta cuándo, señor Presidente!