Un nostálgico ícono de la prosperidad de otrora es para muchos, el ferrocarril cubano. Una antigua chatarra metálica que parece más una reliquia de antigüedades que un medio de transporte en pleno siglo XXI. Desde septiembre del año 2010 las autoridades están anunciando su rescate, una falacia más del régimen, mucho más ocupado y preocupado por sus movimientos políticos que por darles comodidades a los cubanos.
Para la profesora Gladys Linares, de 75 años, el tren de los años 50, siendo tecnológicamente la misma estructura a la de ahora (seis décadas después), era totalmente diferente en sus inicios. Era realmente placentero viajar en el, confesó en una publicación para Cubanet.
“Siempre recordaré aquel tren Budd que a finales de los años 50 me trasladaba hacia la escuela rural donde trabajaba en Rodas. Como un reloj, a las 6:20 am arrancaba desde la Terminal de Ferrocarriles de la ciudad de Cienfuegos con rumbo a La Habana. Los coches eran climatizados, de acero inoxidable con asientos acolchonados forrados de vinil rojo. La tripulación era atenta, educada y muy profesional. Brindaban un servicio de calidad y exigían disciplina a los pasajeros”.
Un recuerdo apaleado por la realidad actual, devenida por la indolencia y la incompetencia de un régimen destructor, junto al cual se han extinguido las industrias y todo lo bueno que se hacía en el país.
Pero como la mayoría de las cosas en Cuba, al ver el ferrocarril pareciera que se ve a un fantasma, que yace como congelado a través de las décadas, resistente a los años, a la inclemencia del tiempo y de sus extensos recorridos. Cualquier película de la época quedaría perfectamente reflejada por sus vagones, cuadriculados y metálicos, sin rastro alguno de mantenimiento.
Servicio deplorable
La necesidad creciente que tienen los cubanos de movilizarse, ante las pocas opciones de transporte público que hay en la Isla, han convertido el servicio en una verdadera anarquía. Hasta la vida de la gente peligra.
Linares relata la historia de una familia que se vio necesitada de usar este medio para viajar en fin de año, desde Guantánamo hasta La Habana. Andry Frómeta viajó en el tren con su esposa y su hija, apenas una bebé, por no poder reservar en ómnibus.
En cada parte del viaje se percató no solo de las malas condiciones de los trenes, sino también de la pérdida de valores de pasajeros y tripulantes.
“La mole rodante de hierro salió retrasada, según comunicaron por los altavoces, por problemas técnicos en la locomotora. Dos horas después, cuando anunciaron la subida a los coches, aquello parecía una estampida, y los atropellos de algunos machangos contra mujeres, niños y ancianos, eran de lo más indignante. Nos apartamos para esperar que se acabara el barullo, pues llevábamos una niña pequeña y no podíamos arriesgarnos a que la lastimaran”, expresó Frómeta.
Una vez arriba del transporte, los pasajeros peleaban por los asientos, pues los números de algunos boletines estaban repetidos.
La experiencia también incluyó baños pestilentes, desorden en la manipulación de paquetes y equipajes, el vocerío agobiante de los vendedores informales ofreciendo bocaditos y otros productos. Mientras que en las noches, la oscuridad, las discusiones y el humo de los cigarros también impiden el descanso, mientras la indolente tripulación, en vez de llamar al orden y a la disciplina, consiente el vandalismo.
A paso de tortuga
El periodista independiente Mario Hechavarría Driggs detalló hace dos años en su blog La Santanilla, cómo puede ser un viaje en el tren que cubre la ruta desde La Habana hasta Santiago de Cuba.
“En la capital, al tomar el tren a las seis de la tarde, te informan que deberá llegar a la importante ciudad oriental 16 horas después. Para eso el tren debe recorrer 900 kilómetros a paso de una auténtica tortuga sobre rieles -60 kilómetros por hora”.
El tren Habana-Santiago cuenta con diez coches, cada uno tiene entre 76 y 82 asientos promedio, sin aire acondicionado, ventanillas pequeñas, baños donde el agua corriente desaparece durante las primeras horas del viaje, mientras sube el calor y se acumulan los desperdicios de unas 800 personas, cuya angustia crece ante cada inesperada demora durante el trayecto.
Redacción Cubanos Por El Mundo