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#OPINIÓN | Randy Alonso, un ‘cubano de verdad’ que vive en una isla-prisión

Randy Alonso, conductor del programa Mesa Redonda / Foto: Cortesía
Uno de los memes humorísticos que salieron a la luz en internet a raíz de los comentarios de Randy Alonso, moderador de la ‘Mesa Redonda’ de la TV cubana contra el atleta Orlando Ortega. Read more here: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/fabiola-santiago-es/article98636317.html#storylink=cpy
Uno de los memes humorísticos que salieron a la luz en internet a raíz de los comentarios de Randy Alonso, moderador de la ‘Mesa Redonda’ de la TV cubana contra el atleta Orlando Ortega

Por Fabiola Santiago.- Querido Randy:

Qué nombre tan tierno para un personaje tan desagradable.

Me recuerda la risa sonora y contagiosa de un jugador de football que conocí en la secundaria, que fue mi amigo en un momento en que yo llevaba por dentro el sufrimiento del haber perdido país y familia, pero disfrutaba de la aventura de convertirme en estadounidense.

Ver a un soldado comprometido con la fallida revolución cubana con un nombre inglés como Randy no es algo que se ve todos los días. Es un eco de la época en que la cultura cubana coqueteaba con todo lo estadounidense, que era, ah, fabulosamente chic. Con ese nombre, Randy Alonso, habrás tenido que trabajar muy duro para escalar en tu carrera de propagandista del gobierno cubano hasta llegar a moderador de la Mesa redonda, el programa de debate de la televisión nacional que se usa para adoctrinar a los cubanos sobre lo que se supone que tienen que creer.

Nombrar para degradar es tu talento único. Nos has puesto el nombrete de “la mafia cubana de Miami”, y te refieres a nosotros como gusanos, pero nunca como las mariposas en que nos convertimos cuando empezamos a visitar la isla cargados de regalos y a subsidiar familias gastando cientos de millones de dólares al año. Fue el pueblo cubano el que nos puso ese nuevo sobrenombre, con su humor y su ingenio intactos a pesar de las venenosas mentiras inculcadas a su psiquis.

Y ahora que las derrotas en las Olimpiadas te han dejado sufriendo, has acuñado un nuevo término para disminuir a los exiliados, los inmigrantes, los desertores y los cubanos nacionalizados en otras partes del mundo: “excubano”.

¿El motivo de tu perreta y tu odioso comentario? El corredor Orlando Ortega, nacido en Cuba, quien ganó medalla de plata para España, y que, victorioso, se negó a dejarse envolver en la bandera cubana. Tu desdén siguió creciendo a medida que más atletas cubanos que viven en lugares tan lejanos como Turquía y Azerbaiyán ganaron más medallas para sus países adoptivos, y no tuvieron otra cosa que elogios y agradecimientos por el refugio y la aceptación recibidos en los mismos. No hubo una victoria más dulce que las dos medallas de plata en gimnástica para Estados Unidos de Danell Leyva, que lo perdió Matanzas y lo ganó Miami y me hizo sentir una dosis doble de orgullo.

CUANDO APOYAS A UN GOBIERNO QUE DEGRADA A LOS CUBANOS QUE NO PIENSAN COMO ELLOS, CUANDO TRATAS DE HACERNOS VER COMO EL ENEMIGO EN UN MOMENTO EN QUE TANTOS CUBANOAMERICANOS ESTÁN CONSTRUYENDO AÚN MÁS PUENTES, TÚ, RANDY, ERES EL MENDIGO

Aceptar como nuestros a países que nos dieron refugio contra la opresión no nos hace menos cubanos. ¿No fue el cubano más celebrado de todos, José Martí, un exiliado en Estados Unidos por muchos años?

Qué poco nos conoces, Randy.

Si la medida de ser cubano es sucumbir a la categoría subhumana que el gobierno cubano ha creado para ti, entonces no, por suerte, yo no soy ese tipo de cubana. Yo vivo en un país donde no me prohíben entrar a los hoteles y a las playas, como se le hace a los nativos en Cuba. Yo vivo en una ciudad donde puedo comprar un boleto para navegar por la Bahía de Biscayne en una lancha llena de turistas que esperan impacientes a parar frente a una residencia de Star Island para saludar y gritar: “¡Gloria! ¡Gloria!” Saludan a la cubanaza Gloria Estefan, quien ha llevado la música cubana a Broadway y las listas de Billboard. Créeme, ella no es ex-cubana.

Tú, por desgracia, tienes que vivir en una isla donde los extranjeros son reyes. Ellos disfrutan tus hoteles, tus giras por ese archipiélago de hermosos cayos en la costa de Camagüey, ese que ni siquiera la cubana que vende los boletos de la gira puede visitar. Tú, “cubano de verdad”, vives en una prisión nacional donde tus músicos tienen que rendir tributo al comandante si quieren conseguir buenos lugares donde tocar su música en su propio país. El gobierno represivo que defiendes es el amo de todo, hasta de la cultura que te permiten consumir.

Cuando apoyas a un gobierno que degrada a los cubanos que no piensan como ellos, cuando tratas de hacernos ver como el enemigo en un momento en que tantos cubanoamericanos están construyendo aún más puentes, tú, Randy, eres el mendigo que les sirve a ellos.

Cuando viajo al extranjero y la gente me pregunta de dónde soy, yo digo con orgullo: de la República Independiente de Miami. Ellos enseguida quieren saber más: ¿de dónde soy de verdad? Soy cubana, digo con el mismo orgullo.

Pero, ¿tú quieres saber de verdad cuán cubana soy, Randy?

Soy tan cubana que, el otro día, hice enojar a alguna de mi gente cuando dije que los partidarios cubanos de Donald Trump sufren del síndrome de la supremacía, y ellos me fueron arriba. Me regalaron una de esas cosas horrendas que ustedes inventaron en la isla, el “acto de repudio”. El acto de repudio en contra mía, no obstante, tuvo algo del que el tuyo carece: acceso a Internet, cero violencia y caché internacional, el glamour que viene con que te insulten desde tan lejos como París. Ser digna del repudio de la autora de una novela cubana clásica –una escritora a quien yo había defendido cuando otros cubanos la llamaron una comunista vulgar– es la máxima experiencia cubana.

Esa es la gloria de la democracia. Hay lugar para todo, algo que una persona reprimida como tú, que acepta a su amo sin cuestionarlo, no puedes entender. Soy tan puñeteramente cubana que me siento con poder para criticarnos a nosotros mismos –sin perder una gota de mi cubanía– cuando perdemos el camino y apoyamos a un cretino desquiciado. Y tan norteamericana que estoy dispuesta a morir defendiendo el derecho de ellos de no estar de acuerdo conmigo.

Si no fuera tan cubana, me hubiera reservado eso, y hubiera escrito estas líneas con la serenidad intelectual de la mitad americana de mi personalidad.

Pero, Randy, tú me sacas la cubana que llevo dentro.

Yo soy tan cubana –y estoy rodeada de tanta cubanía cada día de mi vida americana en Miami, la capital del exilio cubano– que a veces, a decirte verdad, me asfixia.

Pero, para mi gran fortuna, yo soy cubana y algo más, y, lo mismo que los atletas olímpicos, soy libre de escapar hacia el abrazo de otra tierra que amo.

Publicado originalmente en El Nuevo Herald

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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