
DANIEL ASUAJE
La jugada judicial para frenar el RR impulsada por el ala militarista del Gobierno es una jugada peligrosa que cancela una válvula de escape del malestar social. Su primer objetivo es evitar quedar contra una pared de once millones de personas como sugieren algunas encuestas, pues ello era, en la práctica, un RR. Su precaria situación y su falta de talante democrático no podían dejar pasar esa carta, sobre todo cuando alcaldes suyos se han pronunciado en contra de la aprobación forzada del presupuesto y continúa la fragmentación interna del PSUV. Necesario es proteger su poco capital político. La segunda era crear un contexto para el diálogo con posición ventajosa para el Gobierno. Con esta jugada ellos encuadraban las respuestas institucionales de la oposición en: a) enmendar las firmas o b) enfocarse en las elecciones regionales. En el plano político debería optar por dialogar o hacer presión de calle. Algunos lo ven como expresión de la fragmentación chavista y del duelo entre guerreristas y dialoguistas.
Pero la oposición también juega y lo hizo con una declaración de la AN sobre la existencia de un golpe de Estado, del estudio de un vacío de poder por abandono de Maduro del cargo, de su decisión de nombrar tanto los a rectores del CNE, como los jueces del TSJ y, para coronar, hace un llamamiento a la acción internacional y exige a los militares obedecer la Constitución. Se discutió la nacionalidad de la madre del Presidente, un posible juicio político al Presidente y acusar internacionalmente a las cuatro del CNE. En un solo acto la AN hizo su tarea de todo un año. El asalto a la AN se ve como intento de reagrupar al chavismo frente al enemigo común.
El Gobierno jugó desde el plano institucional donde él domina. La AN hizo una maniobra que saca al juego de ese plano y lo coloca en la arena política, donde la oposición es muy fuerte. Ambos arriesgan terminar en el terreno social, la calle encendida, donde ninguno tiene el control, pero el Gobierno menos que nadie.
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