El trovador oficialista Raúl Torres ha vuelto a subir al escenario del oportunismo con una breve y dramática publicación en su perfil de Facebook en defensa de la exMinistra de Trabajo y Seguridad Social de la República de Cuba, Martha Elena Feitó Cabrera.
“¿Por qué le propinan golpes en el suelo? cobardes e hipócritas,” escribió Raúl en su Facebook sin decir públicamente a quién se refería, pero personas cercanas a él y nosotros, que tenemos al menos dos dedos de frente, sabemos a quién se refiere.
La frase, lanzada con aire de superioridad moral y tono paternal, no es otra cosa que un intento de resucitar —como él mismo hace con su carrera— la imagen ya caída de Marta Elena Feitó Cabrera, exministra de Trabajo y Seguridad Social.
Lo que para muchos fue una destitución tardía tras su infame frase sobre los “no mendigos” que escarban en la basura por voluntad propia, para Raúl es una injusticia que merece duelo, defensa y rencor contra los críticos.
Sin embargo, la pregunta que habría que hacerse no es por qué se critica a quien ya está fuera del cargo, sino por qué alguien como Raúl Torres cree tener la autoridad moral para llamar “cobardes e hipócritas” a los demás.
Porque si vamos a hablar de cobardía e hipocresía, empecemos por él mismo.
Raúl Torres, el trovador de los himnos post mortem
Raúl Torres, el trovador de los himnos post mortem, aquel que escribe elegías a los muertos como Fidel Castro y Hugo Chávez, no tiene precisamente el expediente limpio que exige su altanera indignación.
Para quien no lo sepa —o lo haya olvidado—, Raúl Torres dejó embarazada a una joven brasileña con la que sostuvo relaciones en su país, y desapareció como acorde de fa menor, al enterarse de la prole que venía en camino.
Eso, fue extra fronteras, pero su pedigree de mal padre empieza por su tierra, Matanzas.
Ahí, en esa provincia que le vio nacer a él, hay un hijo suyo que lleva su cara como retrato genético, pero al que nunca el necrotrovador ha querido reconocer ni tratar.
En una carta que fue enviada a Cubanos por el Mundo en el año 2021, se detalla esta “hazaña” protagonizada por Torres y otras más. De hecho, la carta se anuncia como “la decepción que por él sienten sus cuatro hijos” y ciertamente vale la pena leerla, para que los cubanos puedan aquilatar el tamaño de este peje.
Por si fuera poco, se sabe que él, en compañía de su hermana, se robaron de casa del trovador Pablo Milanés varios discos; y no una, sino varias veces.
Por robarse, también le robó a una cubana residente en Holanda identificada como Geysa Cruz Beltrán, un paquete con chocolates que esta con mucho esfuerzo consiguió para enviarlos a su familia en Cuba y dinero. Cruz Beltrán le dio los chocolates en Holanda, y Raúl, sin pudor alguno, se los quedó.
Pero no solo son las anécdotas de barrio las que lo delatan. Su actual esposa era menor de edad cuando él, ya adulto, comenzó la relación. Y por si fuera poco, fue uno de los defensores más feroces del trovador Fernando Bécquer cuando este fue acusado públicamente de abuso sexual. Raúl Torres, lejos de guardar distancia o condenar los hechos, prefirió el escudo habitual: atacar a las víctimas, minimizar las denuncias, y componer un verso a favor de su bagre erecto.
Por eso, cuando se indigna en redes y acusa a otros de atacar a una mujer “en el suelo”, lo que hace en realidad es proyectar su propia historia y, obvio, ocultar sus propias miserias humanas.
Raúl no está defendiendo a Feitó, está defendiéndose a sí mismo: su lugar en el engranaje, su credencial de revolucionario obediente, su tribuna de trovador de funerales ideológicos.
Llama cobardes a quienes hablan con libertad. Llama hipócritas a los que denuncian la miseria, porque él hace décadas que aprendió a hacerla parte de su modus vivendi.
