Celebrar un cambio de dictador en Cuba, es como celebrar que la abuela de 90 años se maquilló. Los cubanos saben que las “elecciones” para sustituir a Raúl Castro sólo buscan disfrazar de democracia el continuismo del régimen, según señala Diario Las Américas.
Sin embargo, todavía pueden recordar la sensación de vacío e incertidumbre cuando se anunció, aquel 31 de julio de 2006, la jubilación por enfermedad del exguerrillero barbudo Fidel Castro y su hermano Raúl, que tenía fama de mano dura, asumiría el poder.
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“Raúl dictó una serie de medidas que le granjeó simpatías entre los cubanos, como ampliar el trabajo por cuenta propia, vender o comprar casas y autos, poder alojarse en un hotel del turismo internacional”, enumera Pedro Antonio, obrero de 56 años.
El trabajador de una industria siderúrgica en las afueras de La Habana, asegura que con Raúl también logró tener una línea de celular y la posibilidad de viajar al exterior sin tantos trámites burocráticos.
“Si lo comparo con la etapa de Fidel Castro, creo que ha sido mejor”, señala.
Sin embargo, aun si a eso se le suma la ligera apertura al acceso a internet que representó la figura de Raúl, sus tímidas reformas económicas no terminan de darle tranquilidad al pueblo.
Consecuencias
Los jóvenes se niegan a procrear en un país donde “no tienen derechos ni oportunidades” y su meta principal es salir del país.
Eso trae como consecuencia el envejecimiento poblacional que amenaza a las autoridades del país con que, dentro de siete años, el 20.1 por ciento de la población cubana sea mayor de 60 años.
La estructura de la revolución para brindarle “servicios sociales” al pueblo, ya son deficientes, y no aguantarán la demanda del futuro.
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Y es que oficialmente, Raúl Castro gobernó diez años y en ese periodo aprobó un grupo de medidas muy populares, pero otras como las dichas en un discurso en Camagüey, nunca llegaron a materializarse.
El segundo dictador de los Castro prometió: prosperidad, sostenibilidad, mercados mayoristas destinados a los negocios privados, modificaciones en la Constitución, nuevas leyes de prensa y cine, unificación de la moneda, un marco regulatorio de la pequeña empresa privada local y la ampliación del cooperativismo.
La política lo hizo retroceder en sus promesas.
De cualquier forma, sin importar si es Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel o el que resulte elegido por la casta comunista, jamás podrán concluir el cambio que se propongan, sino se aborda el aspecto político.
Política
Ese que es dominado por la casta verde olivo de la Isla y que mete el freno de mano a cualquier modificación que atente en contra de la hegemonía del poder que sostienen.
Según una fuente del partido comunista, la demanda del pueblo es en cuanto a cambios económicos y a eso se va a dedicar el próximo dictador, pero habrá que ver hasta donde lo dejará llegar la cúpula militar.
En dos platos: el nuevo dictador tendrá que ingeniárselas para enfrentar reformas económicas que sean efectivas y perdurables en el tiempo como no fueron las de Raúl Castro.
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Pero además deberá enfrentar a la cúpula militar que se niega a los cambios y que domina la negativa de entrar en una especie de terreno un tanto más cercano a la democracia. Para eso pasarán nuevas décadas.
Redacción Cubanos por el Mundo