En la provincia de Camagüey, adjudicándole a la “calidad y eficiencia” de CUPET, aseguran tener garantizado el surtido de combustible tanto en las red estatal como la residencial, según un reciente reporte de la televisión estatal. Lo mismo aplica para el gas licuado en Cuba de uso doméstico, que también aseguran tener a disposición, aunque no especifican por cuánto tiempo.
A juzgar por el escenario en Villa Clara, el tiempo de cobertura no resulta alentador. Recientemente, Granma reportaba que la “producción” del gas, tiene “siete días de adelanto productivo”.
Y en otras provincias como Las Tunas, se recurre a “novedosas tecnologías de procesamiento”, que traducidas al correcto castellano equivalen al uso de fogones de leña para la cocción de alimentos, una práctica también incrementada en Sancti Spíritus, ante la falta de electricidad y gas licuado en Cuba.
El gas licuado es uno de los tantos padecimientos de los cubanos en la isla. Inclusive la prensa oficial da parte de ellos, recogiendo testimonios de ancianos en provincias como Matanzas, caminando más de ochenta cuadras para llegar a la oficina encargada a esperar soluciones luego de seis meses sin poder contar con el servicio.
Antes de la llegada del coronavirus, ya la isla enfrentaba una situación económica “coyuntural”, muy parecida a un Nuevo Periodo Especial. Específicamente en el surtido de combustible, debido a la reducción en los envíos desde Venezuela, principal benefactor del régimen cubano que ante la depresión de su propio sistema, cortó el flujo de tanqueros, y hoy importa tanqueros desde Irán para poder abastecer de combustible a los venezolanos.
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Sin embargo, Cuba no ha dejado de desangrar a Venezuela, solo ha reducido las cantidades por la “austeridad”, aún a expensas de la población de ese país, pues Nicolás Maduro, altamente dependiente de la inteligencia cubana, ejerce el intercambio de “asesoría” a cambio de petróleo, y a la isla no le importa si es producido por ellos o no.
Redacción Cubanos por el Mundo